Estamos llegando a un punto de saturación a nivel médico. Estoy convencido que cada uno tiene en su espíritu el que llevó a Paco Umbral decir “que hay de mi libro”. Actualmente podríamos decir lo mismo. Y el que firma este artículo el primero. Porque todos somos personalistas, pensamos sólo en nosotros y no nos importa lo que les ocurre a los demás. Ahora bien, hay una serie de parámetros que nos tienen que hacer reflexionar.
Era un tema recurrente -aunque no agradable- de los telediarios de las 21h de los domingos dar el porcentaje de víctimas de circulación durante el fin de semana. Desde la pandemia parece que nadie ha muerto en las carreteras. Los telediarios no hablan de este tema. No existen. Y la realidad es que, por desgracia, muere gente en las carreteras. El mes de julio de 2020 fue peor que julio de 2019. Pero eso no importa porque vivimos dentro de una niebla llamada Covid-19.
También sigue habiendo personas que necesitan trasplantes, que necesitan diálisis, que necesitan quimioterapia i radioterapia. Hay gente que continúa teniendo las mismas enfermedades que actuaban sobre nuestra salud antes del Covid-19. Y es más, seguirán actuando a posteriori. Ahora bien, estas enfermedades hoy en día son de segunda categoría. Lo importante es el Covid-19. Y no es un tema menor. Evidentemente estamos viviendo una pandemia. Lo actual no se ha vivido antes, pero el mundo no se acaba con el Covid-19, al contrario. El mundo continua y las antiguas enfermedades siguen vigentes.
Esto que estamos viviendo actualmente me recuerda un trabajo que realicé hace años sobre los muertos de la guerra civil. No los de la retaguardia y del frente, sino aquellas personas que sus familiares tuvieron a bien publicar sus esquelas, por ejemplo en La Vanguardia. La guerra civil provocó miles de muertos en la retaguardia y en el frente. Ahora bien, en los pueblos la gente seguía muriéndose. ¿Porqué? A pesar de todo y de la gravedad de las circunstancias, la gente se moría por mil y una cosas cotidianas. Seguramente por ser mayores, por enfermedades o por circunstancias no detectables.
Es decir, durante la guerra civil española murieron cientos o miles de personas como consecuencia de la vida cotidiana. Ahora bien, estos son muertos anónimos. Forman parte de una estadística. Al final lo que importa son los represaliados o los muertos en el frente. Hoy en día ocurre lo mismo. Se contabiliza a los muertos del Covid-19 y no a los otros.
Quizás esto sea normal. No lo sé, pero desnaturaliza la realidad. Una persona que debe ser operada de menisco y le dicen que, como mínimo, dentro de un años entrará en el quirófano debe estar tranquilo. ¿Por qué? El médico le dice que no se queje, pues ha tenido suerte. ¡Cómo que ha tenido suerte! Un año de dolor o sin dolor, pero medicado, ¿es suerte? Y así podríamos ir sumando.
La Sanidad española ha quedado colapsada por el Covid-19. Esta es la gran excusa. Posiblemente la sanidad comunitaria estaba colapsada mucho antes y el Covid-19 ha sido la gran excusa. El Covid-19 puede con todo. Estamos mal por culpa de esto. Vamos mejorando gracia a que los índices han bajado. Si le podemos atender es por… Y así podríamos seguir con mil y una excusas.
Quizás ha llegado el momento de replantearnos la sanidad pública española. No hace muchos día salía la información que un italiano ingresado en un hospital de los EEUU tenía que pagar una factura de 100.000 dólares. Aquí, en España, la sanidad es gratis. No lo es. Esos 100.000 dólares también costarían aquí. La suerte que tenemos es que nosotros no sabemos lo que cuesta nuestra sanidad. Pedimos que sea perfecta sin darnos cuenta de sus costes.
El tema es muy complicado. Todos tenemos necesidades sanitarias y todos nos quejamos. Lo que no podemos es priorizar una enfermedad o pandemia en detrimento de aquellas enfermedades que son de dominio público. Dicho de otra manera, a la gente le preocupa “su libro” y no la pandemia. Quizás deberíamos reflexionar y darle la importancia justa a todo lo que nos ocurre, sin priorizar una cosa por encima de las otras.
César Alcalá