Pero… ¿quién actúa de ese modo? Lamento decir que lo hacen muchos responsables públicos independentistas, como después explicaré. Y conste que me duele asociar “odio, niños e independentismo” porque no es mi intención en este artículo emitir un juicio global descalificador sobre este movimiento político. No comparto ninguno de sus postulados esenciales pero, al menos en abstracto, no me cuesta concebir que alguien pueda defender la independencia de Cataluña desde una actitud de profundo respeto hacia quienes no comparten sus ideas. De hecho, tengo amigos y amigas que responden perfectamente a ese perfil. Y es a esos independentistas que son como ellos a los que me quiero dirigir. Si me hacen caso, probablemente ganaran adeptos, incluso en detrimento de las posturas que defiendo. Pero hemos llegado a tales niveles de ignominia en Cataluña, que estos gestos de generosidad política son más urgentes y necesarios que nunca. Hecha esta aclaración entraré en matea.
Con motivo de la Festa Major, el pasado sábado tuvo lugar en Cardedeu un espectáculo de payasos dirigido a un público infantil protagonizado por una tal “Compañía Sabanni”. Los diálogos no brillaron en ningún momento ni por su calidad léxica, ni por su ingenio y, en general resultaron tediosos y aburridos. Pero ese no fue el problema. Lo realmente grave es que en los intercambios verbales que mantuvieron los payasos se colaran estos comentarios (sic):
“El Jordi només entén el castellà, es veu que ara vota Ciudadanos”
“Un treballant i la resta mirant: es veu que encara som a Espanya»
Y también que se hicieran befas políticamente unidireccionales, como la de buscar una excusa para pedir al público que levantase la mano -«Que aixequin la mà dreta els qui… “- para sorprenderlo, acto seguido, haciendo sonar el himno del PP, dando por sentado y asumido que es imposible pensar en una burla más hiriente y vejatoria que esa.
Alguien podría pensar que la cosa no va más allá y que no pasa de ser un recurso socorrido y de urgencia por parte unos cómicos cansinos y sin gracia. ¿No hay que exagerar la importancia de este episodio? Justamente lo contrario: no es un episodio inocente, sino de una gravedad máxima que, como contaré después, se añade a otros similares que llevan mucho tiempo sucediendo en Cardedeu. ¿Se imaginan que pasaría si colectivo objeto de chanza, menosprecio y rechazo fuera otro? Los mismos que ahora ríen serían los primeros que competirían por exhibir condenas más contundentes que las del resto.
Pero la situación no sólo es grave por tratar de manera injustamente hostil el objetivo de su chanza (Ciudadanos: una fuerza política votada por un buen número de vecinos de la población y que cuenta con uno de los diecisiete regidores del Consistorio) sino, y eso es muchísimo más grave aún, por lanzar este ponzoñoso veneno sobre un público absolutamente inocente e indefenso, que confía en la solvencia moral de los adultos que les acogen, en lo que debería ser un entretenimiento familiar y respetuoso con la pluralidad. Que la regiduría de Cultura del ayuntamiento de Cardedeu promueva este tipo de espectáculos constituye una auténtica vileza. Y no cabe alegar desconocimiento, porque este pernicioso modus operandi define el estilo de la acción de gobierno municipal desde hace años. Viene a cuento en este sentido, recordar el incidente vivido por un regidor del PP que en 2015 tuvo sufrir en la puerta de su inmuebles un “fusilamiento simulado” (cito sus palabras) por parte de los trabucaires, que provocó el espanto en su hija y que, posteriormente, fue objeto de condena y sanción.
Ante semejante atropello, la línea seguida en muchos medios locales fue la de victimizar ¡a los trabucaires! y acusar de falta de tolerancia y de incomprensión de las tradiciones a las verdaderas víctimas. Pero como la condición de víctima ha sido astutamente patrimonializada por el independentismo bravucón, no se admite que nadie más pueda invocarla en su lugar, consiguiendo así que esta lógica invertida y perversa se asuma sin rechistar y lo contamine todo. Por eso, y sin ir más lejos, los “gegants” desfilan impunemente con lazo amarillo o se permiten acosar a los jóvenes y adultos que se acercan a las carpas de Ciudadanos –lo pude comprobar in situ el año pasado-; por eso se permiten ridiculizar a España en unos entremeses representados en la Plaça Joan Alsina el sábado pasado; por eso les Nones que despiden la Fiesta Mayor se convierten un año sí y el otro también en un acto hostil contra todo los que se pueda asociar con lo español; y por eso muchas familias de Cardedeu optan por no asistir a una fiesta que desde hace mucho es imposible lo español no sea objeto de befa y descalificación.
No. No se engañen. Llevamos muchos años en Cardedeu transigiendo de mala gana con actuaciones que nos fastidian y ofenden, pero ya estamos muy cansados. Si por algún motivo yo he acabado dedicando mi tiempo a la tarea de ser regidor es para dar voz a los que comparten este mismo fastidio. Mes tras mes reclamo respeto a las normas que garantizan los derechos y la igualdad de todos, pero nuestro equipo de gobierno prefiere seguir instalado en el desafío a la ley y a los principios básicos de la buena convivencia.
Sin ir más lejos, miren la fachada de ayuntamiento (estelada, lazo amarillo, cartel pidiendo libertad para los “presos políticos”); o deténgase ante el juzgado de paz (el patético con reloj de la república que emite consignas políticas sin cesar); o vean las imágenes del vídeo emitido por televisión que muestra como una muchedumbre pertrechada con cacerolas y sartenes irrumpe en la sala de plenos contra España entre los aplausos del equipo de gobierno, mientras yo intervengo; o escuchen como el alcalde dedica los primeros 15 minutos de cada pleno a despotricar contra las instituciones españolas, a las que tanto él como sus regidores dedican la palabra “merda” con tanta profusión que todos nos acabamos sintiendo enlodados. Y, convendría no olvidarse del consecuente calvario que tantos chicos y chicas viven en sus escuelas, obligados a disimular su sensibilidad castellana si no quieren sufrir el clima de hostilidad y rechazo a todo lo español que se ha instalado en el medio escolar con el concurso entusiasta de algunos directores y profesores fanatizados.
Ha llegado ya el momento de plantarnos y exigir que dejen en paz a nuestros niños y niñas y que no les intoxiquen más invitándoles a mirar con malos ojos a sus compañeros y compañeras “diferentes”. No se lo vamos a tolerar más. No estamos dispuestos a naturalizar conductas como la de aquel padre que pasó ante una carpa de Ciudadanos en la Plaza del Estalvi y le dijo a su hijo de unos cinco años señalándome con el dedo índice: “mira fill, aquest senyor és un feixista”.
¿Recuerdan lo que dice el evangelio de san Mateo? “Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar.”
Son las palabras más duras que pronunció jamás Jesús. Yo no pido un castigo tan severo, pero me parece perfectamente razonable nuestro Código Penal establezca penas de entre uno y cuatro años para “quienes públicamente fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad.”
Por cierto, en el anteproyecto de la nueva “Ley de Protección a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia”, que sigue las últimas directrices de las organizaciones internacionales de este ámbito, se dice: “Las Administraciones Públicas competentes adoptarán las medidas de prevención y protección necesarias para proteger a las personas menores de edad frente a los procesos de radicalización y adoctrinamiento que conducen a la violencia”. Y en este mismo anteproyecto se habla de crear en las escuelas la figura del Coordinador o coordinadora de bienestar cuya misión será “promover la cultura del buen trato en todos los ámbitos de la vida de los niños, niñas y adolescentes”.
A la vista de cuanto he explicado, el ayuntamiento de Cardedeu necesitaría también a alguien que ejerciera ese papel urgentemente. Pero no es necesario aumentar más la plantilla, bastaría con actuar de acuerdo con la ley y, si no se hace, yo me comprometo a velar por que se cumpla.
Enrique Jimeno, regidor de Ciudadanos en Cardedeu