El paso de los días ha demostrado que la llamada nueva normalidad era una espejismo. Nunca ha existido. Algunos afirmaban que la sociedad había tomado consciencia con el Covid-19 y que la prudencia se impondría por todas partes. Los más catastrofistas afirmaban que nunca más esto o aquello. El tiempo ha demostrado algo que todos sabemos. La gente va a la suya. Lo ha hecho siempre y lo seguirá haciendo. Es solidaria. Eso no lo negamos. Pero, como en su tiempo escribiera Luis de Góngora: ande yo caliente y ríase la gente. Pues esta es la normalidad que se ha impuesto. Han continuado las reuniones, la gente ha vuelto a quedar, la distancia social no ha existido o poco y hemos vuelto hacia atrás. Lo cual era lógico y de esperar. Debemos tomar precaución para no volver a tres meses atrás.
Tampoco ha cambiado nada en temas referidos al procés. Se ha demostrado que lo único que les importa a los talibanes políticos que nos dirigen -desde la Generalitat al más pequeño de los municipios- que su único interés estriba en seguir con su utopía. En su momento Torra y la consellera de Salut Verges e incluso Meritxell Budó, se les llenó la boca diciendo que “si Cataluña fuera independiente, el Covid-19 hubiera actuado de una manera diferente y que las autoridades catalanas lo hubieran controlado desde el primer momento”. El tiempo ha puesto las cosas en su sitio y se ha demostrado que hablan mucho, pero que tienen un gran descontrol. Y este está marcado por una única cosa: sólo saben lanzar proclamas independentistas, pero no idea de gestionar. Y, claro, cuando las cosas se les escapan de las manos, ¿de quién es la culpa? Efectivamente, de Madrid. Han repetido antiguos argumentos -irreales- para intentar salvar el culo. La realidad es que cada vez más gente que no se deja engañar. Porque la culpa no es de Madrid, sino del efecto llamada de la gente que no sabe estar sola. Otros lo llaman efecto rebaño, pero suena despectivo.
Y nos damos cuenta de que pasan de todo, que van a la suya, y que sólo piensan en lo que les interesa con la performance que llevaron a cabo el pasado viernes con el auspicio del gobierno español. El gobierno de la Generalitat les concedió el tercer grado a los políticos presos por haber dado un golpe de estado. Sólo nueve meses después han salido de la cárcel. Hay caso que claman a Cielo, y este es uno de ellos. ¿Cuántas personas han cumplido íntegras sus penas habiendo hecho menos? En la hemeroteca podríamos encontrar muchos casos. El tema es que el pasado viernes fueron recibidos en sus municipios como si llegaran los Reyes Magos, hubieran ganado un campeonato del mundo, una vuelta ciclista, la copa de Europa o cualquier otra prueba deportiva. La gente se ha olvidado de la distancia social, se han abrazado, han festejado esa performance y se han olvidado de que a pocos kilómetros el “bicho” sigue actuando sobre la gente.
Y no sólo la gente, sino también las autoridades políticas. Luego multaran a la gente por no cumplir las normas. Colgaran carteles. Proclamaran los peligros de los contagios… y mil cosas más. Todo esto quedó olvidado al recibir a los políticos presos. En ese momento no existía ni Covid-19 ni nada que se le parezca. Debían recibir a sus “dioses” de barro. Eso era lo único importante.
El tema del procés, con los políticos que nos gestiona, los que han estado en la prisión, los que siguen fugados, los talibanes… recuerda la canción Had Gadya. ¿Qué dice? Es la historia de un padre que compra u cabrito por dos monedas; un gato llega y se como al cabrito; un perro muerte al gato; el perro recibe un golpe con el palo; el palo es quemado en el fuego; el agua apaga el fuego un buey bebe el agua… La canción se resume con las palabras de Cuixart -que también lo recibieron cientos de personas en el centro de Barcelona- “ho tornarem a fer”.
Y esta es la realidad. Todos ellos viven en un eterno retorno independentista. Y dentro de este eterno retorno no existe ninguna otra realidad, a excepción de la suya. Por eso cada día tenemos más complicado salir de este problema sanitario y económico que nos ha traído el Covid-19. Pero no pasa nada mientras los políticos presos puedan dormir en sus casa. Eso es lo único importante y la único que les interesa. Todo lo demás es culpa de Madrid.
César Alcalá