Un avión que iba de Manchester a Barcelona pudo confundir el Montseny con Montserrat y se estrelló el 3 de julio de 1970, muriendo sus 113 ocupantes. En aquella época se consideró como la catástrofe aérea más grave de la historia de la aviación en España. El piloto era la primera vez que volaba como comandante de vuelo a Barcelona. Medio siglo después de aquella tragedia aún hay imágenes y recuerdos que hasta ahora no habían salido a la luz pública.
Era la tarde del 3 de julio de 1970. Un avión Comet 4 de la compañía Dan Air había salido a las 16’08 h., con ocho minutos de retraso, del aeropuerto de Manchester, con destino al del Prat, de Barcelona. Siete tripulantes eran los encargados de llevar a su destino a 112 pasajeros que iban de vacaciones a la costa catalana a donde nunca llegarían. El aparato estaba equipado con turborreactores Avon RA 229 y fue comprado a la compañía British Overseas Airways Corporation (BOAC) en 1969. Llevaba 27.786 horas de vuelo y tenía todos los certificados en regla. El accidente del Montseny, como iremos viendo, está lleno de curiosidades, diez años después, el 25 de abril de 1980 un Boeing 727 de la misma compañía inglesa, la ya desaparecida Dan Air, que realizaba el vuelo entre Manchester y Tenerife, cayó a unos 20 kilómetros del aeropuerto tinerfeño de Los Rodeos, cuando se aproximaba para aterrizar. Fallecieron los 146 ocupantes de la nave. Se produjo sólo 3 años después del gravísimo accidente de Los Rodeos de 1977 que dejó 583 fallecidos.
PRIMER VUELO A BARCELONA COMO PILOTO
El comandante de aquel vuelo, Nel, de 48 años, había sido piloto de la Royal Air Force. En el momento del accidente tenía 7.427 horas de vuelo y 29 como comandante. Aquel era el primer vuelo a Barcelona como piloto. El primer oficial, Shorrock, de 41 años tenía 4.765 horas de vuelo y el ingeniero de vuelo, Sayer, 4.765 horas y era considerado como muy competente. Con ellos viajaban las azafatas S. Hinnde, de 22 años; H. Barber, C. Maddock y A. Vickers.
Siguiendo con nuestra historia, el avión entraba en el espacio aéreo español a las 17’57 h.. Era un día muy nublado y el Montseny apenas de veía. Según los registros meteorológicos, la temperatura registrada aquel día en el Turó de l’Home fue de 9 ºC. y el viento soplaba del Suroeste, con fuerza de 18 Km./hora., la visibilidad era nula, ya que las nubes cubrían toda la montaña, como es muy frecuente. Apenas había llovido en las últimas 12 horas, habiéndose recogido tan sólo 1 litro por metro cuadrado.
El piloto, que navegaba siguiendo el tradicional sistema de VOR, un sintonizador de frecuencia por radio a través de un radiofaro, confundió el VOR de Arbúcies y creyó que estaba sobre Sabadell. Unos minutos después, a las 18’02 h. el comandante del aparato informaba a la torre de control de Barcelona que se encontraba sobre Sabadell, aunque en realidad estaba a 52 Km. de ese punto. Curiosamente –segunda casualidad- en el radar de Barcelona se detecta un punto en la vertical de Sabadell con la misma velocidad, altura y rumbo que el Comet. Indicaron al comandante del aparato que iniciase la maniobra de descenso hacia 2.800 pies (menos de 1.000 metros). El comandante pidió cuál era la pista de servicio y le contestaron que era la 25, obteniendo en Barcelona su enterado. Unos minutos después la torre de control intentaban darle la confirmación sobre su rumbo, pero no recibieron respuesta. Se había perdido totalmente el contacto con el avión. Eran las seis y cinco de la tarde. Todas las conversaciones quedaron grabadas en la caja negra del avión pero misteriosamente jamás se supo qué era aquel punto detectado en el radar, a la altura de Sabadell. El Comet se había estrellado a 450 Km/hora, segando los troncos de los árboles y quedando totalmente destrozado, excepto la cola.
BÚSQUEDA ENTRE SABADELL, TERRASSA, MANRESA, MATARÓ…
Apenas desaparecido del radar y perdida la comunicación, se temió lo peor y comenzó la búsqueda del aparato por tierra. Se empezó por la zona comprendida entre el triángulo Sabadell, Terrassa, Manresa, pero nadie había dado aviso de que allí hubiese ocurrido un accidente. Después se cambió de zona, buscando en el mar, cerca de Mataró, hasta que los medios de comunicación, radio y prensa escrita dieron la noticia de la desaparición del Comet; entonces tres hermanos de Viladrau, Angel, Francisco y José Luis Rabat Granges, facilitaron la posible localización del accidente, siendo ellos mismos los primeros al llegar al lugar del mismo, en el término municipal de Arbúcies junto al límite con Fogars de Montclús, entre el Vallès y la Selva. El día antes habían visto pasar el avión volando a escasa altura, posiblemente a unos 300 metros, y entre ellos comentaron que si no tomaba mayor altura no podría sobrevolar el Montseny. No le dieron mayor importancia ya que no escucharon ninguna explosión, hasta el día siguiente que oyeron la noticia por la radio. Un helicóptero de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil sobrevoló la zona y enseguida halló el lugar. Inmediatamente se movilizaba un fuerte contingente de la Guardia Civil, Bomberos de las Diputaciones de Barcelona y de Girona, voluntarios de la Unidad Alpina de la Cruz Roja de Barcelona, así como 77 soldados del Centro de Instrucción de Reclutas (CIR nº 9) de Sant Climent Sescebes y muchos voluntarios de Sant Celoni, Viladrau, Arbúcies, Breda… que se dirigieron hacia el Montseny. En el fondo de un valle, camino de Sant Marçal, a unos siete kilómetros de Santa fe se encontraron los primeros restos del fuselaje, no más grandes que un coche utilitario. Se cree que fue allí, a 1.100 metros sobre el nivel del mar donde se produjo el impacto, cuando el avión debería haber superado los 1.714 metros de altitud del Turó de l’Home.
Según nos explicaba un capitán jubilado de la Guardia Civil de Girona que estuvo trabajando en el accidente, al parecer el avión entró muy bajo y sin visibilidad. Cuando empezó a chocar con las ramas de los árboles el piloto intento enderezar el aparato, pero fue cuando chocó contra el suelo y se partió en dos. Por eso muchas de las víctimas aparecieron en la parte trasera del avión. El choque provocó un cráter de 50 metros de diámetro. Restos del fuselaje y las ruedas del tren de aterrizaje aparecieron entre los árboles en un radio desde los 200 hasta los 700 metros.
Enseguida empezaron a llegar al Montseny efectivos de la Guardia Civil de las comandancias de Manresa y de Girona, guardas forestales del parque del Montseny, Bomberos, así como numerosos voluntarios y otras autoridades de las que hablaremos en otro apartado.
Tan sólo dos cuerpos aparecieron casi intactos. El resto de los pasajeros y de la tripulación quedaron prácticamente destrozados e irreconocibles, algunos calcinados. Según quienes trabajaron en el rescate de las víctimas y periodistas que pudieron acceder hasta el lugar del accidente relataban el horror y las escenas dramáticas y espeluznantes que les acompañarían durante muchos días. Inicialmente los trabajos de recuperación de los cadáveres resultó muy dificultoso por estar muchos de los restos colgados entre las ramas de los árboles y después por el difícil acceso a la zona del accidente desde tierra, debido a los grandes desniveles. Una excavadora se dedicó durante todo el tiempo a abrir nuevos caminos, suavizando la pendiente en lo que se pudo, para facilitar el rescate. La operación se prolongó hasta entre 8 y 9 de la noche del sábado y toda la noche la zona quedó acordonada y bajo la custodia de la Guardia Civil. A primera hora de la mañana del domingo, cuando empezó a clarear, se reemprendieron los trabajos que se prolongaron durante todo el día.
Paralelamente durante todo el sábado y el domingo permaneció en el lugar del accidente quien fue nombrado juez especial del caso, el teniente coronel Ramón Cortina Lorente, de la base aérea de Reus, que en todo momento estuvo acompañado de informadores y técnicos del Ejército del Aire e ingenieros de Aviación Civil y manteniendo contactos con las autoridades británicas.
El Comet accidentado pesaba 53 TM., con una envergadura de 35 metros y 8 de altura y su velocidad media de crucero era de 760 Km./hora. Este modelo entró en servicio el año 1952 y tuvo su primer accidente en 1954 en el trayecto Londres-Singapur. Después tuvo otros accidentes de menor envergadura y fue retirado durante algún tiempo de la circulación para revisión. Ante estos hechos, el departamento de Aeronáutica Civil de los EEUU negó el permiso a este tipo de aviones para sobrevolar Norteamérica.
SIETE MIEMBROS DE UN EQUIPO DE FÚTBOL
La prensa inglesa se hizo, como no podía ser menos, eco del accidente dedicando espacio preferente a la noticia y dando a conocer datos que aquí se desconocían. Entre las víctimas, todas personas humildes que habían ahorrado su dinero para poder pasar dos semanas en la cosa catalana, había siete miembros de un equipo de fútbol de aficionados de Padiham. También perdieron la vida dos familias enteras, matrimonio y dos hijos una y matrimonio y una hija de corta edad la otra. Ambas familias vivían en la misma calle y puerta con puerta, de la población de Burnley.
El ministro de comercio expresó el pésame del gobierno a los familiares de las víctimas e informó a la Cámara de los Comunes sobre las circunstancias en que se estrelló el Comet . El ministro dijo que después de estudiar los datos que obraban en poder de su Departamento, el aparato se desintegró en el impacto, seguido de un incendio y que los 112 viajeros y los 7 miembros de la tripulación murieron instantáneamente. Asimismo informó que las autoridades españolas hicieron abrir sin pérdida de tiempo pistas de montaña de mas de 3 kilómetros, para poder llegar a los restos del avión. También indicó que se habían puesto a disposición de los investigadores españoles expertos y equipos para la interpretación de la caja negra del aparato siniestrado, con el fin de cooperar al máximo en el esclarecimiento de lo sucedido. La reina Isabel II también expresó sus condolencias a los familiares de las víctimas.
LAS FOTOS DE LA TRAGEDIA
Joaquim Ricarte, es un barcelonés amante y practicante del excursionismo y el ciclismo y entre otras cosas tan dispares como la economía, también lo es de la fotografía. Casualmente estaba en el Montseny cuando ocurrió el accidente. Por aquel entonces contaba 20 años. Mientras trabajábamos en la realización de este reportaje tuvimos la gran suerte de poderle localizar y hablar con él y pedirle la autorización para publicar sus fotografías, a la vez que rescatamos alguna de sus valiosísimas vivencias publicadas en su blog de Internet: “Yo estaba en el Montseny aquella tarde y muy pronto, a la mañana siguiente, me acerqué al lugar del accidente. No se podía pasar, pero…llegó un alto mando del Ejército del Aire (creo que era un Teniente Coronel) que ejercía de Juez. Salió toda la Guardia Civil, que vigilaba el área, en pleno para saludarle y me puse a hacer fotos. Iba con pantalón y camisa azul igualitos al azul del ejército (¡qué casualidad!). Me di cuenta que los guardias civiles creían que iba con él como fotógrafo y el Teniente Coronel pensó que yo era de la prensa y que había acudido para fotografiar su llegada. Lo primero que vimos era la cola del avión, que era lo único más o menos reconocible. Aunque ya se habían retirado los cadáveres, aparecían muchos pequeños restos humanos. En ese momento el mando militar se giró hacia los guardia civiles y les dijo: ‘y sobre todo no dejen pasar a nadie que no lleve las credenciales de periodista’. Se oyó un multitudinario ‘a la orden’. Yo no sabía qué cara poner y seguí haciendo fotos…
El choque del avión produjo un incendio que no prosperó. Hoy en día habría ardido todo el Montseny. Fue como una bomba. Recuerdo cuando vimos las ruedas delanteras, que muy cerca aparecieron las palancas de los mandos de potencia de los motores (cuatro) y enganchadas en ellas había la mano envuelta en un guante negro del comandante. Avisé y la recogieron…
Lo que no he olvidado es el olor. Todos los objetos de valor más o menos ya estaban apilados en un sitio y vigilados. Pero aún se encontraba cosas. Y me encontré una. Sin ningún valor. Era una agenda pequeña de una de las pasajeras. Tenía los bordes quemados. La abrí. Era de una enfermera que explicaba como iba preparando sus vacaciones en España…la compra del bikini, moneda, pero especialmente me dejó sin respiración la tira de color rojo puesta en el día del accidente. En ella ponía: «Tomorrow my holiday starts». (Mañana empiezo mis vacaciones). La agenda era de una enfermera que vivía en Lancashire. La cámara de Ricarte guardaba un verdadero tesoro gráfico para la historia.
La Vanguardia publicó en 2010 un reportaje para conmemorar el 40 aniversario de la catástrofe, pero según Ricarte y también nos contó otro participante en el rescate, entonces teniente de la Guardia Civil de Girona, incurrieron en un error, las fotos no son auténticas y podrían pertenecer al accidente ocurrido unos años antes, casi en el mismo lugar, en 1959. En efecto, una de las fotos es idéntica a la publicada por ABC en agosto del 59.
‘PEOR QUE CON LA DIVISION AZUL EN RUSIA’
Un sargento de la Guardia Civil, Manuel Prieto quien estaba al mando del cuartel de Arbúcies, cuando ocurrió el accidente y que anteriormente había combatido con la División Azul durante la Segunda Guerra Mundial en San Petersburgo, explicaba su recuerdo de lo vivido aquellos días en el Diari de Girona al cumplirse 40 años del accidente del Montseny. Para Prieto aquel accidente y el panorama que quedó tras el choque era peor que el que vivió en frente de Rusia.
El rescate de los cadáveres fue durísimo. La compañía aérea facilitó la lista de los pasajeros que teóricamente viajaban en el avión accidentado, así como los nombres de los miembros de la tripulación. En total sumaban 112 personas. Y en las lápidas del cementerio de Arbúcies así constan. Se trataba de un vuelo charter y la mayoría de los pasajeros procedían de la zona de Manchester, Burnley y Padiham, una zona industrial al norte del país, que iban a pasar sus vacaciones en la costa cercana a Barcelona.
Tras rescatar los restos esparcidos por la amplia zona, casi en un radio de un kilómetro, teniendo incluso que talar árboles para recuperar algunas de las víctimas, fueron trasladados hasta el cementerio de Arbúcies, en 150 bolsas de plástico industriales que fueron adquiridas a una tienda de confección de la población por 3.450 pesetas.
El estado en que quedaron los cuerpos y la dificultad para encontrar 112 cajas de zinc que obliga la ley para su traslado en avión, motivó que el Juez Instructor no autorizase la repatriación y obligase a que fuesen enterrados en una fosa común en Arbúcies. Casi no se podía haber actuado de otra manera, teniendo en cuenta que en 1970 la medicina forense no se encontraba tan adelantada como ahora, la prueba del ADN era simple ciencia ficción, y como en la Gran Bretaña los ciudadanos no cuentan con carnet de identidad, no existe un banco de huellas dactilares.
EL ‘PASAJERO 113’
La única forma fidedigna de contabilizar las víctimas fue contar las cabezas. Pero –continuando con las incógnitas- al final del recuento fue contabilizado un cadáver de más. Los que ejercieron de forenses se encargaron de tal difícil tarea, sorprendiéndose cuando en lugar de 112 cabezas aparecieron 113. Después de dos días de trabajo sin descanso, el domingo 5 de julio depositarían todos los restos en la fosa excavada por una empresa de construcción local, con una superficie de 40 metros cuadrados. Más tarde se erigiría un monumento, en forma lápida, donde se les recuerda. Desde aquel fatídico julio de 1979 nunca han faltado flores, fotografías y recuerdos de las víctimas en el pie del monumento.
Respecto a la víctima 113 hubo varias especulaciones que investigó la Guardia Civil, sin ningún resultado aparentemente razonable. Se especuló con la posibilidad de que pudiera tratarse de algún vecino de la zona, pero nadie había denunciado ninguna desaparición; también que fuese un niño que viajase en el regazo de su madre y, lo más factible, posible en aquella época según Ricarte, alguien que viajaba como polizón, sin billete. Alguien reposa en el cementerio de Arbúcies sin estar inscrito su nombre en la lápida. El que sí se encuentra en ocho ocasiones es el apellido Taylor, y en cuatro ocasiones el de Cowpe, Hibbs, Marshall, Nelson y Whitehead, lo que hace suponer que pudieran tratarse de miembros de unas mismas familias.
Tras el entierro se celebró una ceremonia religiosa oficiada por los ritos católico y anglicano, por el párroco de Arbúcies Mn. Boix Taberner y el pastor Harold Wilson. Cubrían la tumba las banderas británica y española. Asistieron varias autoridades, encabezadas por el alcalde de Arbúcies y el juez de Paz de la misma localidad, acompañando a algunos familiares de las víctimas llegadas de su país aquel mismo día. El funeral posterior se celebraría en Manchester, lugar de donde procedía la mayoría de los pasajeros.
La teoría de la existencia de un O.V.N.I.
Apenas se conoció el incidente surgido en el radar de Barcelona, al detectar el Comet de la BOAC sobre Montserrat cuando estaba realmente en el Montseny, los amantes a estudiar lo desconocido se apuntaron enseguida. Se empezó a hablar sobre la teoría de la posible existencia y mediación de un OVNI en el accidente. Si no era el avión, ¿qué era lo que había en la vertical de Montserrat?. Los ufólogos dicen que “el caso del avión estrellado en el Montseny fue uno de los casos raros que el gobierno militar trató siempre de esconder o no aclarar. Hay datos que no dejan claro lo que allí pasó o el interés de los militares por este vuelo y lo que buscaban”. Se basan en el importante despliegue militar y todos los personajes políticos, tanto españoles como ingleses que acudieron en el lugar del accidente, que visto de otro modo era completamente normal dado el alcance de la tragedia. Estas autoridades eran ni más ni menos los que debían acudir, el Jefe del Sector Aéreo de Catalunya, el general jefe de la zona de la Guardia Civil, los gobernadores civil y militar de Girona, el presidente de la Diputación de Barcelona, las autoridades locales de Arbúcies y por parte inglesa dos expertos del ministerio de Comercio y un delegado de la compañía BEA, miembros del consulado en Barcelona y un alto cargo de la compañía Dan Air y el patólogo de la RAF.
Otro de los misterios que ha quedado sin aclarar es qué pasó entre las 19’05 h. y las 19’40 h., entre la hora en que la torre de control de Barcelona dejó de tener contacto con el avión y supuestamente la hora en que se estrelló contra la falda de la montaña y la hora que señalaba uno de los relojes encontrados entre los restos de las pertenencias de los pasajeros. Es sabido que en este tipo de catástrofes los relojes se paran. ¿Misterio? El Montseny ha sido considerada desde siempre una montaña mágica, cargada de leyendas que hablan de brujas y duendes. Más modernamente ha sido una zona prolífica en avistamientos de OVNIS. Lo que es sin lugar a dudas es una trampa para los pilotos. Quienes no conocen perfectamente la zona nunca podrían imaginar que tan cerca del mar exista una montaña con 1.714 metros de altitud. No en vano, desde 1933, en que se tiene constancia de un primer accidente aéreo con seis víctimas mortales, hasta ahora se han registrado nueve colisiones contra la montaña, pero eso es materia para nuestro próximo capítulo de ‘Sucesos para la Historia’.
NADIE PAGÓ LOS GASTOS
La tragedia costó al pueblo de Arbúcies en aquella época un dineral, ya que unos por los otros, finalmente nadie se hizo cargo de los gastos que se ocasionaron. Según explicaba el alcalde de la época, Emili Garolera, en el Diari de Girona, en el reportaje del 40 aniversario del accidente, los gastos ascendieron a 28.390 pesetas (170’6 Euros), repartidas entre otras facturas en las 6.484 Ptas. por la comida servida a los voluntarios por el Hostal Nou, las 2.475 Ptas. que costó construir la fosa, otra de 240 Pts. emitida por la fábrica de hielo y bebidas carbónicas… Según el ex alcalde se intentó sin suerte cobrar los gastos escribiendo cartas al gobernador civil y a la compañía aérea. Toda la documentación puede ser consultada en el archivo dedicado al siniestro. Entre otros documentos está la carta enviada a Dan Air en 1976, seis años después, en la que se les recuerda que se le adeudan dos años de sueldo al jardinero que cuida el jardín de la tumba.
Josep Mas