Ya sabemos que la imagen y los hechos de algunos políticos se suelen llevar como el perro y el gato. “Haz lo que digo y no lo que hago”- predican desde sus pulpitos en sus habituales sermones-. Para evitar dicha dualidad, muchos optan ya por dejar la cabeza en casa y así, ir más livianos en dirección donde sople el populista viento veleta. No obstante, ocurre que la hemeroteca, a veces les gasta malas pasadas, razón por la que Voltaire vino a decir que muchos, eran una especie de “gente sin escrúpulos, que dirigen a otros sin memoria”.
Lo anterior viene a cuento – por ser notorio que ante la pandemia-, que la Alcaldesa de Barcelona, solicitó desde un inicio la ayuda del Ejercito- a diferencia de Torras que prohibió instalar hospitales de campaña, desinfectar geriátricos, mientras raudo y veloz incrementaba un 17,2 % el impuesto de sucesiones, lo cual dice mucho de su anhelada república – .
Esa razonable petición de la Sra. Colau, no tendría más relevancia, si no fuese que años antes – por la vía del hecho, sin competencia ni potestad legal alguna -, expulsaba al Ejercito del Salón de la Infancia, ( quienes con la elegancia habitual, no reclamaron la lógica tutela judicial de su efectivo derecho) -mientras en el exterior, unos programados patéticos actores “simulaban la muerte”; invocación teatral y del mundo que una misma cosa son -como diría Calderón de la Barca- y que a modo de cruel Karma, hizo venir la “señora de la guadaña”; y la Alcaldesa, -ahora emulando a Alfonso VI-, suplicaba al desterrado Cid su pronta ayuda y regreso del destierro.
Recordemos el artículo y las tropelías legales cometidas con dicho hecho, Karma que posiblemente también le ocurrirá con su obsesión, tanto de expulsar la industria del automóvil, como a los propietarios de su legítimo derecho de propiedad inmobiliaria y la nefasta futura incidencia que sin duda provocará en el mercado del alquiler dicha inseguridad jurídica.
José Manuel Gómez