Roberto Giménez

La primavera ha llegado pero buitres negros planean en los cielos de Italia y España, pronto estaremos en la bota italiana echando un penalty mortal sobre miles de abuelos como la ‘gripe española’ de 1918, que no era española porque había venido de fuera ( de las trincheras francesas en la Gran Guerra),  y se propagó como una pandemia vírica en todo el mundo causando más bajas (40 millones) que la I Guerra Mundial.

Hace algunos años leí El Quadern gris del mejor prosista catalán, mi admirado Josep Pla al que la Generalitat le debe el Premi de Honor de les Lletres Catalanes, que empezaba con la mal llamada ‘gripe española’, que cerró la enseñanza  española durante  un año.

El universitario de Derecho para volver a su patria chica, L’Empordà. Nada es nuevo, aunque para nosotros lo sea.

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Pero no quiero hablar de Historia sino de política del rey emérito un sinvergüenza que nos ha tenido engañados a ‘casi’ todos los españoles por ser un mujeriego impenitente, un manos largas y delito de evasión de impuestos (como ex Molt Honorable Jordi Pujol que hace seis años decepcionó a todos los nacionalistas que no se lo creyeron hasta que el evasor lo confesó), que es inviolable porque sus delitos los cometió, como se sabe, cuando era Jefe de Estado.

La reina Sofía lo sabía pero como ‘era muy profesional’, dixit su marido, llevó los cuernos encima de su corona.

Yo sabía que el rey era infiel porque mi presidente, Pere Viaplana, veraneaba en Palma y tenía buenos contactos, y en septiembre me lo contaba…

Y ahora el inocente Felipe VI ha heredado realmente el pecado  capital del padre que es el único culpable del delito cometido que, probablemente, pasará factura al PSOE, en beneficio de su socio y ‘amigo’ Pablo (ex) Iglesias el Señor de Galapagar.

El pasado lunes a las nueve de la noche lo oímos en toda España, urbano confidente me dijo que la bulla había sido que a las ocho de la noche, no porque fueran más (era un tercio menos), pero las cazuelas hacen más ruido que las palmas.

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 Vuelvo a la Historia que nos enseña mucho: el bisabuelo del Príncipe de Girona, Alfonso XIII, cuando fue nombrado rey de España reconoció los errores de sus antepasado: Alfonso XII, Isabel II, Fernando VII y Carlos IV. De joven, en su primera Declaración pública, dijo solemnemente que no iba a cometer sus errores, que su guía era el mejor Borbón español el rey Carlos III, y pese a su Declaración tropezó como los cuatro anteriores.

Estoy seguro que nuestro rey ha aprendido la lección: es honesto.

No es por fe. La diferencia es que en 1900 la vieja España caciquil era la de la Restauración, la España actual es democrática.

Yo que, como casi nadie, no soy monárquico sí que soy de Felipe VI.

Roberto Giménez