Decían que España era un país de castañuelas; ahora es de caceroladas, de pancartas y peleas: es decir, un cachondeo, por no decir de vergüenza.
La talla de los políticos decrece día tras día; eso del “vale todo”, tan sólo es farsa y mentira: una burla interesada de todas sus señorías.
Queriendo o sin querer son los que al pueblo incitan y en lugar de sosegar, con sus argucias la lían: en resumen, un desmadre, pues ni de ellos se fían.
El ciudadano está harto de soportar tonterías; está hasta la coronilla de llamarles señorías a unos tipos, y a unas tipas, de ambición desmedida.