Fue aquel once de Marzo un día aciago y maldito, cuando en Madrid, aquel tren, fue condenado al martirio; que fue muerte, y sólo muerte, lo que al mundo puso en vilo.
Han pasado quince años de aquel cruel desatino; pero jamás se ha olvidado pese al tiempo trascurrido; que fue sólo crueldad, lo que sembró el terrorismo.
¡Maldito sea, maldito! que és maldito el terrorismo: ya sea yihadista, o bien sea de otro signo; que España tiene experiencia de tanto terror sufrido.
Quisiera yo con mis ripios traer consuelo a los vivos, de aquellos casi doscientos muertos, a mitad del camino: seres amados por todos, de tan funesto destino.