Hoy es la continuación de ayer que era ‘La Carta del domingo’ de Revista Digital del Vallès. Entonces, el tercer punto, decía: Mi opción es la defensa de los desfavorecidos.

Uno es como se ve y también como lo ven, siempre que se sea sincero. Por ejemplo, la escuela de los políticos es ir de relaciones públicas por eso todos, sin excepción, se rigen por la dictadura de lo políticamente correcto. Mis lectores saben que no he estudiado en esa escuela, que cuando me cabreo me pongo el disfraz de la ironía, un género que me gusta. No lo busco, me sale espontáneo.

De joven era anticapitalista, de viejo soy socialdemócrata.
Con quince años además de gustarme las suecas pensaba que Suecia era la sociedad perfecta. Ahora que la sociedad perfecta nunca existió.

Con diecinueve años di una conferencia titulada ‘Desmontar el sistema capitalista’, de cuarenta y cinco minutos. Lo cuento telegráficamente: el capitalismo tiene tres partes como explicaba mi maestro: el financiero, el agrícola y el industrial. El financiero se desmonta con la nacionalización de la banca; el agrícola con la Reforma Agraria, inconclusa durante la II Republica, y el desmonte del capitalismo industrial sería con la extensión del modelo cooperativista.
Al día siguiente de la conferencia me llamó una asistenta a la charla citándome en una cafetería de la calle Portaferrissa (BCN) diciéndome que había cortado con su novio y que me quiera conocer… Me sentí halagado pero aunque era guapa (y loca), le dije que no tenía tiempo para tener relaciones porque entre la banca, la Universidad y la política estaba más chupado que la pipa de un indio. Se cabreó y se fue de fumata a vivir un año a Ámsterdam. Entonces no tenía tiempo para novias…

Nunca he sido marxista. Siempre he creído en la propiedad privada. Rechazaba el capitalismo porque que el Trabajo está por encima del Capital, pero el capital es indispensable para que haya trabajo.
Nunca he sido anarquista porque la economía del trueque es de la prehistoria. Mi abuela decía que los anarquistas ponían bombas, yo he sido siempre pacifista.
Pensado económicamente así tengo un cliché de ser una persona de derechas por haber sido director de un medio de comunicación que durante el franquismo era de la red del Movimiento (le llamaba el Meneito).
El primer presidente fue Ramón Sobrevía, un santo varón, que había sido, como letrado, secretario general vallesano de los sindicatos verticales. Mi presidente se asustó, pensando que había fichado a un rojo cuando le dije que el sistema económico europeo que más me gustaba era la cogestión industrial alemana.
Sobrevía no tenía que trabajar para vivir como un rey: vivía de rentas. Se casó con la pubilla de un terrateniente de Sant Celoni.

En verdad que la gente piensa poco: un director de derechas vendía en Granollers, cinco veces, que un bisemanario independentista y de izquierdas como El 9 NOU, en una ciudad en la que siempre ha gobernado el PSC con mayoría absoluta.
Es la dictadura del estereotipo.

Roberto Giménez