Me gusta jugar con las palabras, pero una cosa es la lengua y otra la política. Los buenos políticos, lo que no quieren decir que sean buenas personas, son magos de las palabras pero la magia, en su misma naturaleza, es un truco.

Los españoles que tenemos una edad y no hemos perdido la memoria, lo sabemos. No es ningún mérito, sino que es hijo de la experiencia: el franquismo llamaba a su dictadura, ‘Democracia 0rgánica’; a la prohibición de los sindicatos: ’sindicatos verticales’; España era un ‘reino’ sin rey. Era un Estado no de mentira, sino de mentiras…

Jordi Pujol era un político inteligente con don gentes que eligió a un mago de las palabras para sucederlo, Artur Mas. Además, como era guapo y comparado con el President Montilla, el cordobés más soso que ha parido Iznájar, le cortó las dos orejas y el rabo a la vaquilla disfrazada de toro. El programa Polonia le hizo el descabello, y la Monumental vitoreó al hijo putativo de Pujol en el otoño de un lejano 2010

El mago Mas, excelente pico de oro, creyó sus propias mentiras y empezó a jugar con las palabras como si fuera la pócima mágica de Fuenlabrás en el cuento de Derecho a Decidir. Él sabía que la Autodeterminación no esta contemplada en ninguna Constitución, por mucho que los indepes digan lo contrario: que es un derecho inalienable de los pueblos, y aún hoy continúan con esta palabra mágica de la mentira.

Kim, mala copia de berlinés errante, continúa con la matraca. El pecado original que tiene son las palabras del propio Torra, que lo descalifican como político y que ha sido un tiro en el pie de Puigdemont porque fue quien eligió a un desconocido hijo de Blanes.

La Polònia de Toni Soler, que hace de pivote ácido del Procés, el jueves hizo una sarcástica metáfora de las imágenes de Junqueras robadas en Estremera con las ‘no’ imagines de la mujer de Bárcenas, celda vacía, y del cuñado del rey en Suiza en contraste con el inocente Oriol que lleva ocho meses en prisión pendiente de juicio porque la Justicia está al servicio del gobierno (pese a que esa Justicia es la que ha echado a Rajoy).

Los indepes se equivocan en una palabra que no es adjetiva sino sustantiva: los jueces no están al servicio del gobierno sino del Estado, como es lógico porque el judicial es el brazo con mazo de ese Estado que los indepes quieran romper. Es la misma estupidez que cuando pedían al Jefe del Estado que fuera un árbitro neutral de este contencioso territorial.

No juego con las palabras, pero los indepes juegan no sólo con las palabras sino con los sentimientos de quienes les votan.

Roberto Giménez