Me faltó treinta portadas para haber llegado a las mil quinientas Revistas. La más bella que recuerdo (recibí muchas felicitaciones) fue la más simple. Una nevada en marzo, una tarde de 2011. En la antigua carretera de Vic convertida en zona peatonal. La foto es en blanco y negro.
Un desconocido camina de espaldas con gabardina gris y paraguas en una secuencia de película de misterio con una sola palabra en negro: La Ratonera. La nieve bloqueó la ciudad y los vecinos tuvieron que permanecer varias horas en sus automóviles para poder volver a casa.
La política nacionalista ha entrado en esta desesperante fase fría que esta semana se ha podido visualizar para desesperado de los indepes. No hay salida. El ratón da vueltas en la misma rueda, y de tantos vueltas el roedor ha perdido el norte. Ven como todos los ratones de alrededor van cayendo asfixiados: Artur Mas, Carme Forcadell, Germán Gordó… Cada día un ratoncillo cae asfixiado porque el que está huido ha puesto el tapón. y les ha dejado sin aire.
Ha abierto una sede en la nube de Internet con el nombre de Carles Puigdemont, presidente de la República catalana. El fantasma errante que he había dicho que estaría uno días con Marcela y sus suegros en la Rumania (la región esta cerca de Transilvania) es más falso que el duro del sevillano, porque cada vez que habla sube el pan que tiene que comer un Junqueras desesperado porque ve que el exiliado está como un cencerro.
Cuando vuelva a España no lo tendrían que ingresar en Estremera ni en Alcalá Meco sino cerca de su casa, en el frenopático de Salt. Sólo así se pueden entender sus bravatas y chulería de presidente la República catalana en la nube.
Me hago cruces al ver gente abducida que no se da cuenta de su locura. Que lo sigue a pie juntillas con el soniquete de restituir el gobierno legítimo que predica en Catalunya la Pascal y Elsa, su delegada privada, que parece recién llegada de la Guerra de Galaxias.
El Ecce Homo de Oriol Junqueras también está alucinado al ver como le ha salido la de Vic: Marta Rovira, la designada con su dedo para substituirlo transitoriamente, también ha quedado abducida en la secta del pastelero de Amer. Sólo así se entiende el absurdo principio de acuerdo firmado por Carles y Marta, rechazado al día siguiente por el sacristán de Estremera.
La estrella solitario está más lejos que nunca. Comprendo el cabreo de los estelados.
Roberto Giménez