Lucia Rodríguez

La metáfora es una forma de lenguaje encubierto con la que el hemisferio derecho de nuestro cerebro está más familiarizado. Es un tipo de aprendizaje basado en imágenes y analogías con las experiencias reales de nuestro día a día. Asimismo, nuestro subconsciente en algunos aspectos comprende la realidad más fácilmente en este tipo de lenguaje también. Por ejemplo, en terapia psicología se emplea a menudo la metáfora para ayudar a la persona a tomar perspectiva de su problema, a mirarlo de forma global y más “distanciada”; y distanciamiento y visión amplia potencian la creatividad e inteligencia para resolver el problema.

La terapia de aceptación y compromiso (TAC) es una línea de terapia que emplea a menudo la metáfora para ayudar a cambiar esquemas mentales, patrones emocionales, etc. La TAC está incluida dentro del paradigma denominado de Tercera Ola. La TAC es consciente del poder curativo de vivir el momento presente, así que su línea de terapia pretende lograr que la persona se desaferre o desapegue de todo lo que le mantiene bloqueado en el pasado o proyectando en el futuro y sin poder avanzar. Para ello se sirve por ejemplo del mindfulness o consciencia plena, que, como ya sabréis si habéis seguido algunos posts en que lo comento, es una técnica de meditación muy eficaz para ayudarnos a vivir el presente y cambiar el hábito mental tan perjudicial y que tanto nos hace sufrir de la rumiación y preocupación banal.

Hay una metáfora que se emplea a menudo en TAC y que hoy ocupa el protagonismo del post: la metáfora de las arenas movedizas. Una metáfora muy asociada al aprendizaje del mindfulness también, o lo que es lo mismo, el aprendizaje del modo de vivir natural y sin artificios.

Todos sabemos por las películas que si te hundes en arenas movedizas –que son un tipo de arenas en que las partículas de agua y lodo no están bien compactadas y en contacto con una materia sólida, un cuerpo humano por ejemplo, éstas se separan entre sí- es muy difícil escapar. Cuanto más intentas escapar, menos te mueves. Cuánto más luchas, más te hundes.

Esta metáfora es perfecta para explicar el fenómeno mental del sufrimiento. Cuánto más intentamos luchar contra un pensamiento, una emoción, un hecho o situación exterior, etc, más grande y pesado se vuelve y más nos hundimos.

¿Qué es lo que hay que hacer para salir de las arenas movedizas? Dado que las partículas de agua y arena tardan un tiempo en separarse después de entrar en contacto con el peso de tu cuerpo, lo mejor es darse cuenta lo más rápidamente y al momento que has entrado en arenas movedizas y dar dos pasos hacia atrás para evitar entrar. Sucede lo mismo con los pensamientos negativos por ejemplo o las rumiaciones, nos damos cuenta de que estamos a punto de entrar en un círculo vicioso de preocupaciones y no entramos.

Si no has podido evitar entrar y la arena movediza te ha atrapado la solución es: ARMARSE DE PACIENCIA. Si luchas por salir más inmóvil te vuelves, -menos resuelves tu problema-, si te relajas, te estiras de espalda, y experimentas las sensaciones, la física hará el resto, haciendo que tu cuerpo que flote (por ser menos denso que la arena) y con paciencia puedas arrastrarte hasta la salida. Del mismo modo, si ante el dolor no entramos en pánico sino que nos relajamos, tomamos consciencia de la consistencia que tiene eso que nos daña (cómo es, qué forma tiene…) en lugar de juzgarlo (esto no lo soporto, no me gusta, etc) permitiéndonos así experimentarlo, entonces tu mente se liberará.

 

Lucía Rodríguez

Psicóloga

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