Al del banco andorrano
lo llamaba “reverendo”
y a los millones robados
los convertía en “misales”;
para ingresar en las cuentas
de sus “golfos capellanes”.
Esa instrucción en clave
era hábil por su parte:
“biblioteca” era la cuenta
y el gran “capellán”, su hijo:
el Jordi que está en la cárcel
por redomado “chorizo”.
Marta era “la superiora
de esa gran congregación”;
de ese clan desvergonzado
de la familia Pujol.
Ella: “madre superiora”
y el Ex, un súper ladrón.
La justicia es tan lenta
que los nueve de la banda
de los Pujol-Ferrusola,
sólo uno está en la trena;
el resto sigue mangando
obviamente a manos llenas.
Francisco Barbachano