Lucia Rodríguez

Los atributos estéticos femeninos han ido cambiando a lo largo de los siglos siendo evaluados des de diferentes cánones y perspectivas, pero en las últimas décadas se ha gestado un concepto de estética femenina sin precedentes: se han creado modelos de belleza inalcanzables, y la mujer se ha sometido a la tiranía de su belleza en búsqueda de la perfección corporal. Esto ha fomentado el surgimiento de nuevos problemas psicopatológicos relacionados con la imagen corporal.

Cuando Ruth y Elliot Handler diseñaron a Barbie en los años 60 tal vez no imaginaron el impacto social y cultural que esta figura tendría entre la población femenina occidental y su repercusión en la estructuración psicológica de la imagen corporal. En unas investigaciones sobre este tema se estudiaron las proporciones de talla, peso y contornos físicos de Barbie y Ken, y se concluyó que estos modelos son poco realistas y pueden alterar la sensibilidad estética de los niños.

Hoy se conoce que no tener atractivo físico y distorsionar tu propia imagen corporal (alterándola e infravalorándola, por ejemplo) constituyen factores de riesgo en psicopatología. La popularización masiva de la belleza comenzó a principios del siglo XX con la aparición de infinidad de revistas femeninas, los medios audiovisuales e internet. Des de entonces, la mujer se ha sometido a una transformación sin tregua de su propio cuerpo, al despotismo de la delgadez y a un consumismo vinculado a unas normas estéticas cambiantes y críticas.

El trastorno de la imagen corporal es una exageración de las preocupaciones normales y comunes, es decir, la preocupación por el aspecto físico entra dentro del rango de la normalidad, pero cuando esta preocupación es exacerbada y limita y condiciona nuestra vida entonces se habla de trastorno. Por eso se comprende como un continuo más que como una separación dicotómica. Un factor determinante para clasificarse en el polo más extremo sería la concepción aprendida, exaltada e hipervalorada de la belleza.

Desde un punto de vista cognitivo,  el aprendizaje social distorsionado de la belleza, genera una discrepancia entre la imagen corporal ideal y la imagen corporal real, este salto se manifiesta en un autoesquema de defectuosidad/vergüenza, según Jung, o en esquemas de contenido negativo, según Beck.

El camino hacia la sanación de este conflicto pasa por la auto-reflexión y la actuación, pasar a la acción. Me explico: por un lado, necesitamos cuestionar todas esas creencias y actitudes que la sociedad, los medios de comunicación, nuestro entorno y nosotros mism@s hemos creado y aceptado como buenos. En primer lugar, podemos cuestionar esto de la siguiente forma: ¿Esto que pienso es realmente así? ¿es así en un 100%? ¿qué pruebas tengo de que este pensamiento/creencia sea cierto? ¿y de que no lo sea? ¿me resulta útil, me hace bien este pensamiento?

Esta clase de preguntas alientan el pensamiento racional y la reflexión (no la rumiación) acercándonos a una visión más realista y, por ende, más positiva, sobre el tema de nuestra preocupación (defecto físico, comparación…). El ejercicio consiste en reflexionar sobre esto para conducirte finalmente a una conclusión más ecuánime y realista.

A continuación, debemos pasar a la acción. Enfrentar nuestro miedo, ¡¡¡nuestro fantasma!!! Si nuestro fantasma es….”no soy lo suficientemente guap@” me expongo a él aunque esté muerta de miedo. 100% garantizada que el fantasma terminará teniendo miedo de ti. Simplemente se disolverá una vez que lo enfrentes.

¿Cómo llevar a la acción este miedo?

Si por miedo no te presentas a un chico/a, hazlo….Si bajas la mirada cuando pasas cerca de alguien atractivo/a, mantenla….Dejar de mirarte tanto en los espejos…(esto puede provocar que te juzgues con dureza distorsionando tu imagen y así se perpetúe el problema)

Llevando a cabo lo que te asusta y dejando de hacer aquello que te obsesiona sería un perfecto viaje hacia la sanación de este problema psicológico.

Lucía Rodríguez

Psicóloga

www.psitam.com