Tomando de base a 7,5 millones de catalanes, cada uno de ellos aportó al maratón de la tele, 1,13 euros en 2016, 1,26 en 2015, 1,52 en 2014, 1,58 en 2013, 1,65 en 2012, 1,19 en 2011, 1,16 en 2010. El año 2016 ha sido el de menor cuantía de la década en curso.
Se dijo que esta última edición había sido “el día solidario más grande de la sociedad catalana”. No es cierto. En 2012 alcanzó techo, a partir de ahí ha ido decayendo y se presenta complicado que remonte porque los ciudadanos han aprendido que entre las finalidades de los impuestos, la investigación sanitaria debería ocupar un lugar digno. La Constitución reconoce el derecho a la protección y tutela de la salud. La investigación entra dentro de estos parámetros.
Al maratón se le percibe una desviación de neutralidad en el objetivo: las aportaciones y su cifra final, se alinean como un medio más de afirmación patriótica, o, lo que es lo mismo, separatista, cuando lo que debería primar sería conseguir exportar a todo el mundo exento de royalties, un logro merecedor del Nobel.
“El maratón dice mucho de ti” ¿Qué es lo que dice? Una cosa que puede deducirse dice, es que después de atender todas las necesidades y caprichos y de nutrir el fondo de pensiones o las reservas familiares, existe gente con capacidad económica para coadyuvar a la satisfacción del ego colectivo a través de la filantropía.
Alguien comentó que algunas cadenas de televisión analizan el fenómeno del maratón catalán porque a ellas algo similar no les funciona igual de bien. La cuestión parece simple: sólo se trata de incentivar el miedo de la gente. El propio show debería avisar a los hipocondríacos que se abstuvieran de verlo. Esa gente lo pasa mal y se siente inquieta sino participa.
El donativo (también conocido por limosna) suele relacionarse con la idea de que es una alternativa transitoria para resolver momentos estacionales de indigencia o precariedad a la espera de hallar la solución definitiva que elimine la carencia. Catalunya en 25 años, no ha hallado la fórmula de dotar de medios públicos suficientes a la investigación en el ámbito de la salud, y lo suple recurriendo a la caridad privada con técnicas populistas de marketing televisivo. Los separatistas dirán (es el típico argumento) que con la independencia, se podrá prescindir del maratón, pero, 25 años son muchos años para que no se haya resuelto el problema sin necesidad de esperar a la independencia.
Los donativos son, contablemente hablando, dispendios a fondo perdido. La investigación, no. La investigación es una inversión. Con el maratón surge una duda: ¿es inversión o donativo?
M. Riera