Los separatistas no dejan de dar la nota y de facilitar argumentos para desprestigiar al país. Es una constante en ellos, lo malo del caso es que con esa política, perjudican a Catalunya y más pronto que tarde las consecuencias negativas se harán evidentes, sobre todo en lo que hace a las relaciones económicas (las que generan impuestos), las cuales requieren seriedad y seguridad jurídica. No se puede tener confianza contractual en un sistema que se manifiesta contra el poder que garantiza la legalidad y, con ello, la convivencia.
La presidenta del Parlament no hizo nada para disuadir de la formación de un escudo humano a su alrededor mientras se dirigía a la sede del tribunal que la investiga. Estuvo acompañada en todo momento por vítores y aclamaciones como si hubiese ganado la liga. Si los organizadores no hubiesen prescindido del palio, la escena habría sido una copia exacta de las que producía Franco cuando visitaba la ciudad, aunque en vez de palio hubo banderas a barullo con predominio de las no estatutarias.
Además de los desocupados que nutren esas concentraciones de forma sistemática y, se supone gratuita, y que siempre son los mismos salvo que imponderables de última hora se lo impidan, en cuyo caso se añaden otros que así encuentran la manera de sentirse importantes, estaba presente toda la plana mayor del separatismo patrio catalán que, por lo visto, consumieron horas de libre disposición para asuntos propios para darle magnificencia a la comitiva y demostrar al Gobierno central que a la piña catalana no hay quien la desgaje.
Los concentrados gritaban “no estás sola” (una perogrullada dado lo notorio del montaje), “valiente” (eso no es cierto porque para acudir al juzgado necesitó del aliento de unos cientos de personas), “esto va de democracia” (de confuso significado, pero, una democracia que no respeta la ley, no tiene nada de democracia), “fuera, fuera la justicia española” (eso ya lo dijeron cuando los protagonistas fueron Mas y Homs. Están faltos de ideas). Ante ese griterío, los turistas que deambulaban por allí, se maravillaron que haya gente en España que se queje de falta de democracia.
Es difícil de entender que a estas alturas, un sector de catalanes todavía no se haya percatado que el culto a la personalidad política es muy peligroso. Deberían tener conciencia, como mínimo, que en el mundo está prácticamente abolido porque todos los caudillos que quedaban han ido desapareciendo. Un lugar en el que todavía está en vigor, es Corea del Norte. Para su oprobio, Catalunya lo está redescubriendo y aplicando.
M. Riera