
A menudo nos empujamos a hacer las cosas, podemos percibir las actividades del día a día como una carga, sabiendo exactamente lo que vamos a hacer al día siguiente, como si nuestra vida cotidiana estuviera programada al detalle. Nos puede dar la sensación de haber subido a un tren del que no podemos realizar ninguna parada para disfrutar del paisaje. Este es un efecto del estrés.
El estrés se produce a nivel cognitivo (nuestros pensamientos, ideas, actitudes…nos provocan estrés y ese estrés produce más pensamientos negativos), emocional (no disfrutamos de actividades placenteras en el día, nos sentimos desorganizados, experimentamos tristeza, ansiedad…) y relacional (no nos sentimos tan cómodos en las relaciones sociales, trasladando nuestro estrés en esta área de la vida también: nos irritamos con facilidad, experimentamos celos, soledad, etc).
¡La pereza puede ser la fuente de estrés más importante! Vamos a identificarla y a aprender cómo derrotarla, ya que este estilo de vida de hacer muchas cosas y tener muchas ocupaciones es un tipo de pereza también, aunque no lo parezca.
En algunas culturas, para referirse a la fuerza de voluntad utilizan una única palabra que reúne tres significados: coraje=diligencia=perseverancia. Las tres palabras son importantes, una sólo de ellas no podría reflejar el significado 100% ya que se corresponden con tres tipos de pereza que existen:
- La imagen de la pereza más conocida es la de la persona que duerme mucho, no hace nada de provecho en su día a día…Tiene tendencia a apalancarse. Esto representa un problema porque la vida es muy corta y si nos entregamos a la pereza cada vez va de mal en peor, cada vez seremos más perezosos
También se incluye la procrastinación (dejar para mañana lo que puedes hacer hoy) que nos llena de estrés porque dejamos las tareas pendientes para el último día, de manera que experimentamos ansiedad cuando las aplazamos y cuando las hacemos, el resultado no es el más óptimo porque no hemos dedicado tiempo.
2) La pereza más difícil de identificar es la del que no posee confianza en sí mismo y no se cree capaz de hacer algo que desea o necesita. Y es que si uno decide que no va a ser capaz, no lo llevará a cabo (por ello se incluye como un tipo de pereza). La afirmación “no puedo hacerlo” es muy negativa para nosotros porque no nos valoramos, no nos otorgamos respeto ni confianza y nos despreciamos (es el tipo de pereza más paralizante y destructivo). Sería la pereza derrotista. Para combatirla debemos esforzarnos en incrementar las capacidades innatas que tenemos y valorar las que tenemos.
- El tercer tipo de pereza es el de estar muy ocupados, dispersos. Y es que sólo ser muy activo no es suficiente, hay que tener enfoque, claridad y sabiduría para discernir en realizar aquellas cosas que realmente son importantes y nos van a aportar a nosotros y a los demás. Para ello nos debemos preguntar: “¿es útil esto que hago? ¿El resultado compensa?”
Otra enseñanza importante es que todo lo que hagamos debemos hacerlo con alegría, porque lo que realmente nos agota no es el trabajo sino la mente frustrada. Si tus esfuerzos y tareas los haces con alegría y no los sientes como una carga (“lo hago porque me lo ha dicho tal persona”) ya no necesitas tanto los hobbies ni el ocio, porque es el estado natural de la mente es empático, gozoso, alegre, relajado… y no agitado, tenso…esto se puede ver cuando observamos una puesta de sol, por ejemplo. En este estado es más difícil apegarnos a las cosas, enfadarse…hay que aprender a estar más veces así, familiarizarnos con ese estado.
¿Cómo conseguimos realizar las tareas con más alegría? Una única instrucción: cuando haces algo no pienses en lo que harás a continuación, conduce tu mente una y otra vez a lo que haces en el momento presente (controla tu mente). Otra sugerencia importante: llena tu tiempo con las cosas justas que puedes hacer en un día –baja el ritmo de las cosas que hacer, no te exijas tanto, hay asuntos que no son tan importantes como crees, renuncia a ello y tu cuerpo y tu mente se relajarán-, no te sobrecargues de tareas.
En resumen tenemos que esforzarnos en educar nuestra mente a centrarse en el presente, tener el propósito de vivir sin estrés. Convencerse de que vivir sin estrés es posible.
Lucía Rodríguez
Psicóloga