Los separatistas catalanes que actúan de activistas o animadores, están atravesando un momento muy peliagudo por obra y gracia de sus correligionarios los separatistas británicos.
Al día siguiente del referéndum inglés quedaba probado que durante la campaña los líderes del Brexit engañaron sin contemplaciones a la buena gente del país que se dejó atrapar por sus cantos de sirena y no descubrió que esos líderes no son buena gente y que habían echado mano de la distorsión verbal, el embuste, la mentira para conseguir sus aviesos propósitos. Es extraño que en un país de democracia antigua, un 52% de ciudadanos sean tan cándidos e ingenuos como para creerse a los políticos antisistema, pero, la realidad es la que es y ahora lo lamentan y si no se dan de cabezazos contra la pared es porque es una acción que atenta contra la propia integridad física y esto no está bien visto por la sociedad y, además, colapsaría los servicios de urgencias médicas.
Los activistas separatistas catalanes han enmudecido. Es un muy buen indicio. Quizá se estén replanteando sus estrategias y decidan que lo más sensato es decir la verdad sobre las consecuencias reales que tendría la independencia en Catalunya, aunque es improbable, muy difícil, que hagan un acto de transparencia de semejante magnitud. Si fueran honestos, se quedarían sin seguidores (clientes) y eso significaría para ellos perder expectativas para convertirse en élite de un nuevo estado. Hay bastantes que sólo aspiran a ser independientes para convertirse en ministros de una república.
En Catalunya todavía se está tomando como referencia que la buena gente cándida e ingenua gira alrededor del 48%, pero, es un porcentaje que se ha quedado obsoleto, ha descendido. Si en septiembre el molt honorable señor Puigdemont tiene la valentía de convocar elecciones tras el paripé de la moción de confianza, se podrá comprobar que el 48% ya no es el 48% sino que es bastante menos porque el pueblo en pocas horas ha madurado más que cuando digirió el affaire Pujol.
Los catalanes ha contraído una deuda con los británicos que tardarán años en liquidar. Éstos han enseñado a esos que hay cosas en la vida con las que de forma alguna se puede jugar y mucho menos si no se cuenta con una exquisita información exenta por completo de manipulación o tergiversación. Una de esas cosas son los referéndums envueltos con papel de celofán decorado y rematados con un lacito de victimismo. Ya lo dijo aquel cuando dijo: cuidado con lo que pides que se te podría conceder y eso sería tu ruina. Un ejemplo de ello es el caso de las hipotecas.
M. Riera