mariano

La crisis de las banderas estrelladas vetadas  ha puesto de manifiesto que Catalunya tiene un problema de imagen que sería conveniente subsanara en beneficio de sus relaciones exteriores y para evitar que se generen expectativas negativas irreversibles que dañan su prestigio.

Existe el temor de que un grupo más o menos compacto de catalanes fuera de su lugar habitual de residencia  pueda ser causa de altercados al estimularse entre ellos un patriotismo enfervorizado pasado de época, anacrónico, que ridiculizaría a cualquier sociedad moderna estabilizada. Esa percepción provoca que los receptores del grupo tomen medidas de precaución que crean polémica aunque luego se demuestre que el temor era infundado y las medidas no eran en absoluto necesarias, pero, la primera reacción es la de actuar para prevenir disfunciones de convivencia. No se pensó en los catalanes desplazados para disfrutar in situ de un partido de futbol sino en los catalanes desplazados para reivindicar posturas políticas contrarias a la Constitución aprovechando un partido de futbol.

Causa perplejidad que un territorio que preconiza independizarse de otro, trate de conseguirlo enarbolando mayoritariamente tres banderas distintas, una sin estrella, otra con estrella blanca de cinco puntas (talismán, amuleto)  en fondo azul y otra con estrella roja también de cinco puntas en fondo amarillo.  Esa dispar simbología es completamente peculiar  y contraria a la unidad que se requiere para alcanzar objetivos.

La crisis de las banderas también ha puesto en evidencia que la confianza de los separatistas en lograr lo que pretenden, es exigua. Éstos tienen la necesidad permanente de movilizarse en masa y aprovechar cualquier ocasión o circunstancia para difundir (pacíficamente) su mensaje disgregador (¿en qué medida puede ser pacífico un mensaje rupturista?). Cuando esto ocurre, el mensaje pierde actualidad, aburre, y lo único que consigue es que la gente exclame “otra vez esos con su rollo”.

Ante la prohibición, la ANC y OC anunciaron que repartirían 10.000 banderas de Escocia para sustituir en el estadio a las estrelladas. No han informado si llegaron a comprarlas o no y, si lo hicieron, qué van a hacer ahora con ellas, pero lo cierto es que con el anuncio transmitieron un infantilismo y una intención  de revancha que Catalunya no se merece en absoluto.

El Barça por su parte dijo que haría cualquier cosa para garantizar “los derechos de sus socios (a expresar el separatismo)” Al parecer crece la angustia entre muchos aficionados azulgranas que para contentar a un sector de socios ( se supone que no todos), el Barça precipite su renuncia a participar en la Liga española de futbol y en la Copa.

M. Riera