Mi circulo íntimo me ha pedido que no hable de la Lengua porque es un campo minado. Sé que hay que hacer caso a las personas que te quieren, pero no les haré caso. Así que permítanme que en este artículo de política lingüística, un terreno minado por la trilita, hable como si estuviéramos en una clase de anatomía; si quieren con una gota de poesía como decía el poeta modernista Rubén Darío: el adjetivo cuando no da vida, mata. Intentaré usar sólo adjetivos asépticos que no sé si darán vida a mi escrito, pero espero que no maten al lector más puntilloso.
Tengo que ser claro para que no haya dobles interpretaciones porque este artículo que hoy domingo edita CRONICA GLOBAL y excepcionalmente tres diarios comarcales catalanes: Revista Digital de Catalunya Central, lo mismo del Vallès y, la tercera, del Maresme. Con lo cual tengo miradas con perspectivas diferentes.
Entro en el quirófano, me pongo los guantes de látex, el gorro y la mascarilla verde y cojo el bisturí para abrir en canal una zona tan sensible como es el cerebro. Y lo describiré, como aconsejaba el maestro Ortega y Gasset, con claridad porque es la cortesía, en mi caso, del articulista.
Esta clase de anatomía no es política ni interpretativa, sino científica. O para ser más precisos hasta donde hoy llega la ciencia en la mente: el cerebro tiene tres capas distintas, según descubrió la neurología a principios de los setenta. Una primera capa que compartimos con los reptiles, es decir con todos los bichos de este mundo, que la han bautizado como reptiliana. Es el reino del instinto primario, el animal: cuando nos entra el sueño, queremos dormir, cuando hay hambre, comer. Si estamos en celo, copular. Es la naturaleza.
Hay una segunda capa que sólo tienen los animales mamíferos, que ha sido bautizada como paleo mamífera. En esa capa están registradas las emociones. A los humanos no hace vibrar cuando suena la Marsellesa, el Dios salve a la reina, Els Segadors, la Marcha Real o el cante hondo de los gitanos. Es emoción inyectada en vena. Esta segunda capa está más en el subconsciente que en el inconsciente del ser humano. Las emociones de los animales son de otro tipo: como la alegría de los perros cuando llegamos a casa o la tristeza cuando nos vamos.
Hay una tercera capa, la estrictamente humana, que es la neo córtex. En donde está el amor y su reverso, que no es el odio sino el desprecio. El sentido de lo que está bien o está mal. No las emociones sino los sentimientos más racionales, También el corazón tiene una forma de amar que la razón entiende.
El mediático divulgador científico Eduard Punset explica, para no estar tan tensos, que existe un cuarto cerebro más avanzado que el neo córtex, el ordenador que fue capaz de ganar partida de ajedrez a Gary Kasparov, el campeón del mundo ruso.
Pues bien el amor a la lengua materna es un amor natural que está en la segunda capa del cerebro, la paleo mamífera, y esa querencia la tienen igual un tagalo que un birmano, un inglés que un francés y, naturalmente, un catalán que la tenga como lengua materna o el catalán de lengua castellana, que actualmente está en 51% de castellano y un 38% el catalán, el resto, hasta llegar a cien, son otras lenguas maternas. Todas igual de respetables…
Por eso los ideólogos separatas piensan igual que el Grup Koiné pero no pueden declararlo abiertamente porque como el objetivo de su estrategia es la independencia, la táctica empleada para superar la cota simbólica del 51%, su discurso actual es el bilingüismo como simple disfraz de astracanada, porque ya se cuidan bien de no aplicarla en la escuela. Por eso la escandalera de estos últimos días porque los puristas del Grup Koiné les han puesto ante el espejo de su pensamiento, no el de su discurso oportunista; cuyo más insigne cinismo es cuando los de la ANC aplauden los discursos de la Diada en castellano.
Diré otra cosa más, y que considero más importante porque ni mucho menos estoy diciendo que todos los catalanes que la tengan como lengua materna son separatistas. Hay muchos separatas que su lengua nativa es la castellana, como el asturiano Pepe Álvarez o el Arcángel Rufián, pero todos, sean o no indepes, amamos nuestra lengua materna. A menos que se tenga una patología…
No es una interpretación política ni filosófica, sino estrictamente científica: está grabada en la segunda capa del cerebro, la paleo mamífera, el registro de sensaciones.
Salvo quien tenga el complejo de Edipo…
Roberto Giménez