El martes tras los atentados de Bruselas mi hijo Alberto, que tiene 23 años, preguntó a su padre, como el hijo que no entiende la barbarie, que se lo explicara. No supe que responderle. Sólo le dije que no podía en unas frases resumir un libro. Así fue como lo escribí en este nuevo martes de Dolor.
Cuando escribo intento explicar lo mejor que sé lo que necesito contar. Picasso decía que la inspiración te pille trabajando. Normalmente es así, porque las musas se encargan de conectar automáticamente los hilos sueltos de nuestras lecturas. Esa conexión mágica crea la luz aún en esa oscuridad tenebrosa como es la mente de un terrorista suicida.
Podría ponerme estupendo y citar El Código de Caballería de Honor de Ramón Llull, en el que el mallorquín, el mejor prosista de la lengua catalana, al decir de Espriu, explicaba en el siglo XIII el ideal caballeresco.
Un ideal alejado de la realidad porque el benedictino escribió no lo que hacían sino lo que deberían hacer, la moral de conducta.
Si todos los hombres, no sólo los guerreros, actuaran con ese código sobraría la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
Desgraciadamente, estos suicidas están en las antípodas de esos valores, pero se equivocan quienes crean que matan por Alá, porque el Dios de los árabes es el de los cristianos. Lo que acabo de decir no es sincretismo teológico, que nadie se me escandalice.
Ni uno sólo de los 114 capítulos (suras) de su Libro Sagrado habla de propagar la fe con la violencia. El Corán promete la protección de Alá a los que aceptan su voluntad, y la perdición a quienes la rechacen, igual que lo que defendió Santo Tomás de Aquino, máximo doctor escolástico de la Iglesia, por eso es el patrón de los estudiantes.
El mensaje final del Islam es igual que el cristiano o el judío, las tres religiones monoteístas. Para los árabes, Jesús es el profeta anterior a Mahoma, y éste no puede enseñar lo contrario del Dios hecho carne que los dos mil millones de personas hoy celebran la conmemoración de su Resurrección. La Pascua más importante del calendario cristiano, católico, ortodoxo o protestante.
La pregunta coherente que tenemos que hacernos es ¿cómo es posible adulterar tanto las enseñanzas de amor? La respuesta está en la Historia, si tenemos valor de mirarla con los ojos del entendimiento.
¿Acaso no fueron los Papas de Roma los que en el siglo XI exoneraban a los cruzados de todos sus pecados pasados y futuros si liberaban Tierra Santa de los infieles? En la conquista de Jerusalén la ciudad se convirtió en un río de sangre enseñoreado por la Santa Cruz. La Inquisición mandó en España a la hoguera a miles de herejes, y en toda la Europa cristiana una multitud de mujeres fueran quemadas vivas acusadas de brujería. Los juicios por brujería de Salem del siglo XVII fueron inmortalizados por el dramaturgo Arthur Miller a mediados del siglo pasado.
Me podrán decir que pese a ser cierta esos estremecedores sucesos, acaecieron en Europa hace 325 años, mientras que lo de Bruselas hace sólo cinco días. Es cierto, pero no lo es menos que el terrorismo yihadista es un fenómeno nuevo que se inició a principios de la década de los 80.
Basta ver una fotografía del multitudinario entierro del presidente egipcio Nasser en 1970. Ni una sola de las decenas de miles de egipcias salen a la calle con velo. Si buscan fotos de Teherán del Sha de Persia de los años 70, las mujeres, hablo de Iraq, vestían ropas similares a las parisinas de rué Rivoli.
El cambio de esa mentalidad se produjo a finales de los 70 y principios de los 80 por tres causas distintas, y una cuarta preexistente de finales de los 40, pero que combinadas fueron letales: el Ayatolá Jomeini derrocó al Sha de Persia y creó en Iraq el primer Estado Islámico.
La URSS invade Afganistán y los americanos deciden armar hasta los dientes a los talibanes contra la invasión comunista.
La tercera es la aparición del salafismo financiada por la rica Arabia Saudí, aliada interesado de Estados Unidos. Los árabes interpretan que Alá les ha dado el petróleo para que puedan volver a ser lo fuertes que fueron cuando eran fieles a las enseñanzas de Mahoma. Eso les permitió conquistar en sólo cincuenta años más del mitad del mundo conocido en el siglo VII, desde la India en Oriente hasta el Atlántico en Occidente, Al-Ándalus incluida.
La decadencia era por culpa de las desviaciones añadidas a la enseñanza original. Los colonizadores europeos (Gran Bretaña y Francia) del próximo oriente, después de la I Guerra Mundial, también eran culpables.
La cuarta, era preexistente, fue la creación del Estado de Israel. Esta guinda fue una ofensa a la dignidad árabe.
Pese a este reciente cambio de mentalidad (los árabes actuales son orgullosos, ya nos ven con complejo de inferioridad), el 95% tienen el mismo sentido común que el resto de los pueblos.
Sólo unos pocos quieren la guerra a la paz.
Los que se auto inmolan son unos tarados, enfermos mentales, que no tenían nada en la cabeza y ese vacío mental ha sido embriagado con promesas de paraísos en el reino de los muertos con huríes disfrutando de un futuro que no tienen en la vida real.
Estos lavados de cerebro sólo es posible a personas incultas con mentes vacías.
Mi hijo me preguntaba ¿Que si había solución?
No la hay. Estamos en guerra.
El enemigo vive en la sombra.
Roberto Giménez