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El señor Sánchez insultó al señor Rajoy ante las cámaras de televisión y para justificarse ha alegado que solo transmitió “lo que millones de ciudadanos piensan”. La justificación es tan grave como el propio insulto. Atribuirse la  capacidad de conocer lo que piensan de otra persona millones de ciudadanos, es una afrenta a la pluralidad democrática. Es una exaltación del pensamiento único.

Son millones los ciudadanos que reconocen que si un gobierno culmina los cuatro años de legislatura, significa que ha hecho las cosas bien y en consonancia con la coyuntura general en que ha tenido que desenvolverse.  Merece respeto.

Pero, el señor Sánchez optó por erigirse en portavoz de los, según su  apreciación, millones de ciudadanos a los que nada les parece suficiente y para ejercer de portavoz, recurrió al insulto.

No es de buen augurio, que un candidato a la presidencia del gobierno acuda al “difama que algo queda” para conseguir sus objetivos. Eso lo inhabilita. Ni los propios ciudadanos a los que dice representar, pueden estar de acuerdo con él.

DiL y ERC también aseguran hablar en nombre de millones de catalanes sabiendo perfectamente que están muy lejos de que sea así. Lo que no cabía esperar es que el secretario general del PSOE se sumara a esa burda tendencia. Además,  no respetó el turno de palabra de su interlocutor ni las preguntas y observaciones del moderador del debate. Tuvo un comportamiento pendenciero. A muchos de sus incondicionales, les costó dormir. Le faltó talante.

Las elecciones generales del 20-D tienen en Catalunya un aliciente añadido, además de saber cuántos votos habrá perdido el PSC a causa del señor Sánchez. Consiste en descubrir a quién votarán los 336.375  electores antisistema que en las autonómicas del 27-S hicieron de  la CUP la fuerza política a la que se han doblegado, mientras no se demuestre lo contrario, los 1.620.973 votantes de JuntsxSí. Éstos no podían ni intuir que estaban aupando a una candidatura que se convertiría en prisionera de otra. Es un típico caso de voto cautivo.

Los 336.375 se han quedado huérfanos de representantes. Los 1.620.973 que gozaron por una vez de la oportunidad de no tener que decidir entre CDC y ERC, también. Ahora han de pensar entre votar la derecha o la izquierda. La extraña amalgama de JxSí ha desistido de repetir y ha puesto en un brete  a sus seguidores.

Los de la CUP han de seguir demostrando que son demócratas de toda la vida y son fieles a sus convicciones e ideales, por tanto lo más lógico es que en el recuento de votos del 20-D en Catalunya aparezcan como mínimo 336.375 votos en blanco porque la abstención significaría que adolecen de demócratas y de fidelidad al antisistema.

Podemos ha incluido en su programa el ejercicio del dret a decidir. Demagogia en estado puro: nunca conseguirá cumplir los requisitos del artículo 92-2 de la Constitución para celebrar el referéndum.

M. Riera