Por fin ha llegado el día esperado por todos (políticos, apolíticos y cagatintas varios), para que acabe el tormento de la campaña electoral que este año nos amenaza con un viacrucis doloroso de cuatro estaciones, salvada la más leve de todas, la andaluza.
Aciertan si denotan en mis palabras a don escéptico. Lo soy, pero les advierto que no lo era. En las primeras elecciones democráticas, un viernes 15 de junio de 1977, era un mocoso de diecinueve años que se pasó la noche en BCN en un interminable escrutinio de 24 horas. ¡Pasar la noche en vela cuando ni siquiera podía votar! En 1977 la mayoría de edad estaba en los 21 años.
A las ocho de la mañana del día siguiente, un sábado, me presenté en mi puesto de trabajo en el Banco Condal de la plaza Calvo Sotelo (Pau Casals, 3), habiendo pegado como única cabezada los cuarenta y cinco minutos del trayecto del tren.
Vamos, que la política siempre me ha interesado. De joven creía que era la llave de la cancela no para un futuro mejor, sino nada menos que para un futuro feliz… Lo que ahora me sorprende es que este planteamiento adolescente haya cuajado en personas más que adultas, provectas. Lo cual no deja de sorprenderme vivir un tiempo con pulsaciones tan viejas…
Coincido con los analistas profesionales en que el mayor atractivo de estas elecciones son sus incógnitas. No hablo de Granollers en la que no tengo ninguna duda de que Josep Mayoral continuará siendo el alcalde, supongo que revalidando su mayoría absoluta. Pero fuera de Granollers la incógnita superlativa es la irrupción de dos arietes: Podemos y Ciutadans. No hablo tanto de la comarca, sino con el objetivo en gran angular, porque lo que suceda serán unas primarias de lo que nos deparará este vía crucis de dos estaciones que nos esperan en 2015.
Ahora sólo tenemos encuestas. Un sondeo es una hipótesis, más que una aproximación de la realidad, pero existen razones objetivas para pensar que lo que apuntan no va a ser un espejismo. La duda está en la encarnación real del cabreo general, valga la cacofonía.
Siete años de depresión hacen mella en el cuerpo social. Podemos es el grito de ruptura (¡Desesperados del Mundo, Uníos!); y el otro pivote del cambio es fruto del hartazgo de la corrupción. El discurso renovador de Ciutadans es el eje aglutinador alternativo al descontento social.
Por eso digo que estos comicios son excitantes, incluso para don escéptico.
Roberto Giménez