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Hoy es un día extraordinario para una vecina de Montcada i Reixac, Ana Ballesta, y su marido, Tito.  Por fin hoy han podido lanzar las campanas al vuelo sobre una operación a la que su hija Laura, de 15 años, fue sometida el pasado mes de diciembre y de la que ya pueden decir que ha sido un gran éxito. El pasado 1 de diciembre en Sant Joan de Deu a Laura le desconectaron la mitad de su cerebro, apagando su hemisferio izquierdo, con lo que podrá superar una lesión que le provocaba parálisis cerebral y síndrome de West, un tipo de epilepsia grave y poco frecuente que sufría desde sus primeros días de vida.

“Cuando la realidad supera la ficción y la lucha, la perseverancia, el esfuerzo, la constancia y la dedicación tienen su recompensa. Felicidades hija, el 1 de diciembre de 2014 empezaste una nueva vida! No podemos sentirnos más orgullosos de tu nivel de superación. Juntos lo hemos conseguido!”, señala Ana Ballesta a través de las redes sociales.

Pero no sólo eso. La familia ha explicado su historia al completo a La Vanguardia y nos enviaba este mensaje para que se diera a conocer su agradecimiento a todos los que le han dado su apoyo en los últimos años: “Queríamos compartir con vosotros este giro radical en la vida de Laura y esta oportunidad que le vida y los profesionales de la medicina han puesto en su vida. Gracias a todos y cada uno de vosotros para que muchos habéis formado parte de este trabajo de superación. Gracias a su implicación y en su trabajo Laura ha conseguido una plasticidad cerebral que la ha preparado sin saberlo para una intervención de alto nivel que ha superado con éxito y que no ha dejado las secuelas previstas. Gracias! Un abrazo desde el corazón!”

La pequeña Laura solo tenía un mes cuando sus padres detectaron una asimetría en su cuerpo que les preocupó: tenía dos pliegues en su piernecita derecha y tres, en la izquierda. El pediatra atribuyó su nerviosismo a que se trataba de su primer bebé. Sin embargo, cumplidos los cinco meses, la cabecita de la niña caía sin control. Esta vez acudieron a la Seguridad Social y Laura fue diagnosticada en el hospital Vall d’Hebron: sufría una lesión que le provocaba parálisis cerebral y síndrome de West.

En La Vanguardia Ana Ballesta recuerda que “Nos dijeron que no podría hablar ni correr, que sería incapaz de leer y que caminaría con gran dificultad”. Pero gateó antes del año y no había cumplido uno y medio cuando empezó a dar sus primeros pasos. Con dos y medio ya hablaba. “A los tres años empezó P3, a la misma edad que sus compañeros de clase”, describen sus padres, que siguieron estimulando a Laura, a quien los medicamentos le permitían controlar las crisis que le provocaba la epilepsia. Sin embargo, a los ocho años se intensificaron. Probaron otros medicamentos, combinaciones de ellos, dosis altísimas. Pasaba el tiempo y su sonrisa se transformaba en mueca. Se aislaba. Los espasmos continuaban mientras dormía.

La parte izquierda de su cerebro, lesionada antes de nacer, estaba destruyendo su vida a fuerza de descargas eléctricas. Su mundo se volvió oscuro y fue nuevamente diagnosticada: era farmacorresistente. Había pasado a formar parte de ese tercio de personas, más de 130.000 en España, con epilepsia en las que los medicamentos no funcionan. El Hospital Vall d’Hebron la derivó a la Unidad de Epilepsia del Hospital Sant Joan de Déu.

El pasado 1 de diciembre Laura fue operada por el equipo del neurocirujano Jordi Rumià, coordinador de neurocirugía funcional para adultos en el hospital Clínic de Barcelona y para niños en Sant Joan de Déu. La operación de desconexión duró 12 horas y luego tuvo que ser llevada a la UCI, donde le provocaron un coma inducido debido a una complicación grave e inesperada. No pudo abandonar el hospital hasta el 23 de diciembre.

“Había transferido las funciones del hemisferio enfermo al sano. Su caso más espectacular. La mitad izquierda de su cerebro estaba muy enferma y en cuanto hemos liberado su hemisferio derecho de la actividad perniciosa del izquierdo, ha ganado. Es como si intentas estudiar con un fluorescente que parpadea. Lo quitan y tienes menos luz, pero por lo menos no parpadea”, explica el doctor del hospital Sant Joan de Déu al rotativo.

Libre de las descargas eléctricas, Laura, en cuatro meses, “se muestra mucho más abierta y comunicativa. Sus muestras de cariño son constantes, no ha vuelto a hablar sola y ha iniciado una relación mucho más estrecha con su hermano”, describe Ana Ballesta. Por delante quedan meses de rehabilitación, años de medicación, pero también una vida libre de crisis. “Ahora sí es su oportunidad y se la ha ganado a pulso”, afirma su madre sonriendo.

La alegría y las ganas de compartirla de Ana Ballesta está del todo justificada.

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