
Un chaval de trece años
armado hasta los dientes,
se presentó en su escuela
para matar a inocentes.
Era menor, eso si,
y, al parecer, un demente.
No es nada descabellado
pensar que al crío de marras,
no le controlaba nadie
en el entorno de casa:
y eso és labor paterna,
en edad tan problemática.
Que el menor tuviese en mente
tanta fantasía bélica,
hasta se puede entender
tal como el mundo progresa;
pues no hay ni un solo día,
que el salvajismo no crezca.
Paro las armas mortales
no le cayeron del cielo
y, con “brote”, o sin él,
logró matar a un maestro;
e hiriendo a placer,
a quien se le puso en medio.
Francisco Barbachano