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Hoy en día está de moda la figura del pequeño Nicolás. La verdad es que este personaje no es nuevo. A lo largo de la historia ha habido muchos Nicolás. Quizás el fundador de esta saga de personajes que han utilizado sus contactos para no sólo sobrevivir ellos, sino para hacer negocios, sea la que trataremos a continuación.

Esta es la historia de un hombre que muchos calificarían de charlatán, otros, como él mismo, de sinvergüenza y el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt como el rey de los contactos. En definitiva, esta es la historia de Guido Orlando. ¿Quién fue este misterioso personaje para muchos y reconocido a nivel mundial para unos pocos? Era un agente de prensa ostentoso, charlatán y publicita de muchas personas que tenían el deseo de ser famosos. Las necrológicas citaban que nació en Barisciano (Italia) el 1 de agosto de 1906.

En 1917 toda la familia, como cientos de italianos, emigró a los Estados Unidos. La familia Orlando se instaló en Ohio. Allí empezaron a trabajar como mineros. Aquel duro trabajo no era para Guido y decidió trasladarse a Nueva York, donde empezó a trabajar en varios teatros haciendo un poco de todo. No contento con esto, decidió atravesar el país y probar suerte en Hollywood. Era una época esplendorosa y comenzó a hacerse un nombre. En 1939 se casó con Jane Minnich, pero el matrimonio se rompió antes de los seis meses.

Guido Orlando se hizo un nombre como representante de todo y de todos. Capaz de vender cualquier cosa y promocionar lo más impensable, no es de extrañar que Roosevelt lo bautizara como el rey de los contactos.

Duques, duquesas, reyes, maharajás, hombres glamorosos, jovencitas, magnates de negocios, políticos y gobiernos pidieron sus servicios. Para muchos de ellos Orlando se convirtió en un relaciones públicas, director espiritual, director comercial, hombre de ideas, el mejor amigo y, al mismo tiempo, el peor enemigo.

Empecemos por el principio. Orlando pertenecía a una familia pobre de la Italia profunda. Contaba que muchas

Guido Orlando
Guido Orlando

veces se había pintado los pies de negro para que nadie se diera cuenta que iba descalzo. Una de las experiencias que los más le marcaron en su infancia fue la visita que hizo el dramaturgo Gabrielle D’Annunzio a su escuela. Allí pronunció dos conferencias. Al finalizar el joven Orlando le pregunto al dramaturgo cómo podría hacer lo que quisiera cuando fuera mayor. Después de reflexionar le contestó: “Primero, decida lo que quiere hacer, después no deje que nadie pueda pararle”.

Ya en los Estados Unidos se dio cuenta que su futuro no estaba en las minas como su padre y su hermano. Sin un centavo en el bolsillo decidió marcharse a Nueva York. Le entusiasmaba el mundo del cine y creía que en él se podría ganar la vida. Consiguió pequeños trabajos para sobrevivir, mientras buscaba contactos para introducirse en el Séptimo Arte. En una de las fiestas en las que acudió conoció a Rodolfo Valetino. Se hicieron amigos y lo contrató como secretario. Según explica Orlando relanzó la carrera cinematográfica de Valentino. Quizás fuera cierto, el problema fue que el actor falleció dos años después de conocer a su nuevo amigo italiano. Durante esa época conoció a un torero llamado Chiquito. Este lo estaba pasando mal y Orlando decidió organizar un espectáculo taurino en el Madison Square Garden. Esto lo compaginaba con pequeños papeles en las películas mudas de la época. Llegó a participar en la película A Sainted Deveil junto con Valentino.

Tras su etapa neoyorkina decidió trasladarse a Los Ángeles donde entró a trabajar en la Paramount como periodista. Allí hizo amistad con personalidades famosas.

Greta Garbo no fue la única actriz o actor a la que ayudó a promocionar su carrera. Orlando se jactaba de haber ayudado a: Zsa Zsa Gabor, Frank Sinatra, Elisabeth Taylor, Clark Gable, Pola Negri o Ingrid Bergman. Gracias a esto empezó a trabajar como manager de actores. Esto no le fue demasiado bien, pues Orlando era una persona con mucha vitalidad y le gustaba descubrir cosas nuevas. Esto significa que a veces dejaba un poco olvidados a sus representados. Como consecuencia del crack bursátil de Wall Street Orlando perdió 2.400 dólares. Una cifra mínima teniendo en cuenta los millones que se perdieron durante aquellas jornadas.

Entre las nuevas cosas que empezó a hacer es prepararle el camino a Franklin D. Roosevelt para llegar a la presidencia de los Estados Unidos. De ahí que este lo definiera como el rey de los contactos. Lo consiguió, pero el resultado no fue beneficioso para él. Orlando pensaba que, gracias a sus esfuerzos, Roosevelt le daría un cargo en la nueva administración demócrata. Se equivocó.

Aquel contratiempo no lo desanimo. Al contrario, estaba acostumbrado al fracaso y a ganar mucho dinero. Era un personaje particular que conseguía sobreponerse con rapidez a cualquier contratiempo. En el año 1954 publico su biografía titulada Confessions of a scoundrel, en la cual explicaba sus vivencias hasta ese momento. Es un libro fascinante que aún no ha sido publicado en español.

La carrera de Orlando no acabó con la decepción por no conseguir un cargo en la administración de Roosevelt. Su inquieta vida continuó e inventó campañas publicitarias que a muchos sorprenderían hoy en día.

Las actividades publicitarias de Orlando fueron diversas y curiosas. Colocó a un enano en la firma de servicios financieros globales J.P. Morgan. Vendió un edificio en pleno desierto de Palm Spring. Promocionó los bombones Lady Godiva en Time Square. Mantuvo el espectáculo A Young Man’s Fancy durante más de un año, cuando nadie lo había querido estrenar. Creo el Instituto Religioso de Investigación. Trabajó para el Instituto del Sombrero Femenino de América. Estos estaban pasando por un mal momento porque vendían pocos sombreros. Orlando hizo cálculos. Supuso que al menos 22 millones de mujeres católicas iban todos los domingos a misa. Estas entraban en la iglesia con la cabeza descubierta. Gracias a un amigo que tenía en el Vaticano obtuvo una declaración del Papa Pío XII, por la cual las mujeres debían ir cubiertas en el interior de la iglesia. Como consecuencia de la declaración papal el Instituto aumentó sus ventas y salieron de la crisis.

En cierta ocasión lo visitaron un matrimonio con su hija. El padre tenía una cadena de hamburguesas. La madre deseaba que la niña fuera actriz. El negocio familiar iba bien, pero podía aumentar sus ventas. Orlando urdió un plan para incrementar los ingresos y conseguir que la hija fuera contratada para una película. Sabía que el rey Farouk de Egipto haría una visita por Francia. Viajó con la joven, que tenía 16 años, y consiguió que el rey se fotografiara con ella en el vestíbulo de un lujoso hotel francés. Gracias a sus contactos consiguió el itinerario del rey. En cada hotel consiguió una fotografía. A continuación, usando los medios de comunicación, hizo creer que el rey Farouk era un libertino que había perseguido a una joven de 16 años por toda Francia. Aunque el rey negó semejante acusación el éxito estaba asegurado. La cadena de hamburguesas aumentó en beneficios y la muchacha firmó un contrato para una película.

Orlando también reclamó el crédito de la derrota de los comunistas en las elecciones italianas de 1948. En sus memorias explica como organizó bandas de criminales que fueron, puerta por puerta, con catálogos de grandes almacenes para ofrecer a los votantes potenciales la opción de algo imaginario a cambio de sus votos. Posteriormente denunció a los comunistas por tratar de comprar votos. De esta manera los comunistas italianos perdieron las elecciones. Como recompensa a sus esfuerzos el Papa le concedió la Orden del León.

También acreditó marcas de jabón. Interrumpió una sesión de la ONU para hacer constar su admiración por ciertas corbatas vendidas por una condesa. El rey Pedro I de Yugoslavia o el alcalde de Nueva York pidieron sus servicios. Como podemos ver todo todos los campos de la publicidad y consiguió triunfantes éxitos.

Guido Orlando era un publicista y todo lo que hizo se basó en campañas de publicidad. Lo importante era vender el producto, ya fuera una jabón, una idea o a un personaje. Después todo se diluía como el humo. La muchacha asediada por el rey Farouk no triunfó en Hollywood; los artistas triunfaron por sus méritos y no por la campaña de Orlando; las mujeres dejaron de ponerse sombreros en las iglesias y el Instituto del Sombrero Femenino de América redujo sus beneficios; la hamburguesería volvió a vender como antes; y D. Jaime de Borbón nunca accedió al trono de España. Todo esto, para Orlando, era lo de menos. Lo importante era que la gente creyera sus engaños y que le consideraran el rey de los contactos. En sus memorias acaba diciendo: “Un hombre ocioso puede morir como consecuencia de las relaciones públicas. Y yo todavía estoy muy vivo”.

La vida de Guido Orlando la podemos definir como extraordinaria. Llena de triunfos y fracasos. De dinero y ruina. Por desgracia poco sabemos de su vida tras la publicación de su libro. Estamos convencidos que continuó con sus negocios a gran escala, intentando encumbrar a artistas y organizando descomunales campañas publicitarias. El anonimato de estos años no implica que siguiera trabajando pues, como él sentenció, estaba muy vivo. El rey de los contactos dejó de existir un 23 de mayo de 1988, en el Centro Presbiteriano de Hollywood, después de sufrir un infarto de miocardio. Esta es la historia de un sinvergüenza llamado Guido Orlando. Una vida que, a pesar de su fama en la ciudad de los sueños, esta no le ha hecho justicia plasmándola en un film. La vida y obra del rey de los contactos se volatilizó como sus campañas publicitarias.

César Alcalá

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