El President de la Generalitat Artur Mas es un hombre inocente. Punto y final. Qué digo, inocente…El genuino inocente, un auténtico santo.
Esta fue mi conclusión tras escuchar a Artur Mas hablar ante la Comisión de Investigación sobre el caso Pujol y el fraude fiscal. Cuatro horas y media de intervención en la que lo que más repitió, con rostro pétreo de inocente y sin pestañear, fue que “yo no sé nada” y “yo no soy responsable de nada”.
Solo un inocente pata negra puede haberse pasado media vida en un partido, y realizado carrera y media en un gobierno, en que los casos de corrupción han abundado como las setas tras la lluvia, sin haberse enterado de nada. Sólo un ser inmaculado, alguien inmarcesible a la corrupción, puede haber caminado entre tantos charcos de agua hedionda sin haberse manchado ni la suela de los zapatos.
Es evidente que éste hombre es un compendio de virtudes extraordinarias y hay que empezar a pensar en abrir un proceso (laico, por supuesto) para beatificarlo y santificarlo. O quizá colocarlo en la vitrina de un Museo como ejemplo para las futuras generaciones.
Aunque tengo una pequeña duda.
Supongo que Artur Mas como todos los inocentes que han tenido que verse en medio de un estercolero de comisionistas sin escrúpulos y defraudadores fiscales con poca conciencia social, debe haber sufrido lo suyo. Cualquier inocente-inocente padecería un dolor insoportable al desvelarse que había sido traicionado en su confianza por todos: por su padre político, el expresidente y exhonorable Jordi Pujol; por sus compañeros y allegados, Oriol Pujol, incluso por su protector, el hombre que le dio su primer empleo en la industria privada, Lluís Prenafeta… Y no menciono más casos próximos a CiU que se han ido sucediendo con una frecuencia inquietante.
¿Cómo puede ser que Artur Mas haya soportado ese gota a gota de iniquidades? ¿Por qué alguien tan honesto no ha dimitido?
Al final rectificaré y pensaré que hacerse el inocente, no es lo mismo que serlo.
Diábolo