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Hace unos seis años tuve la oportunidad de entrevistar a Salvador Sánchez Teheran -en su momento gobernador civil de Barcelona- cuando  vino a presentar su libro La Transición. Síntesis y claves, editado por Planeta. En aquella entrevista hablamos largo y tendido sobre un personaje que fue clave para aquello que se ha llamado transición democrática. Muchos le ponen el nombre de D. Juan Carlos I o del difunto Adolfo Suárez. Ahora bien, hay un personaje que unió a ambos y que el anterior rey tenía muy presente, pues su foto estaba en un lugar destacado de su despacho. Me estoy refiriendo a mi admirado Torcuato Fernández Miranda. Y alguno pensará o se preguntará: ¿por qué habla de él?

Estamos viviendo unos momentos complicados. Se iniciaron antes del 9N y aún estamos analizando las consecuencias de lo que pasó hace unos días en Cataluña. En estos momentos difíciles y trascendentales en la historia de España, debemos echar una vista atrás para vislumbrar el futuro. Momentos difíciles y claves como los que se vivieron antes y después del 20N. Y una de las personas que tuvieron la mente clara y que sabían por donde tenía que evolucionar no sólo la política, sino las leyes, las instituciones y la sociedad española era Torcuato Fernández Miranda. Aquello que se llamó “café para todos” tiene su origen en un pensamiento preclaro del papel que cada autonomía o futura autonomía tendría en la evolución de una España que estaba surgiendo de una dictadura. Pero vayamos por partes. Primero hablemos de don Torcuato.

Si bien don Torcuato fue el alma mater de la Transición española en mayúsculas, su muerte estuvo vinculada con el golpe de estado del 23F. Esta se produjo poco antes. Todos los españoles adquirimos la madurez democrática el 24-F. Pues bien, en un fin de semana Fernández Miranda ideó un plan para apartar definitivamente los postulados del franquismo. El Rey juró los Principios Fundamentales del Movimiento al ser coronado. No se podía aprobar la Constitución si antes no se derrocaban estos. De hacerlo muchos se hubieran levantado en armas. ¿Qué hacer? La solución la dio Fernández-Miranda: “de la ley a la ley a través de la ley”. Esto es, aquel fin de semana redactó la Ley para la Reforma Política. Con ella se pudo desmontar el régimen franquista legalmente con el apoyo de unas Cortes que aún tenía a muchos de ellos entre sus filas.

Al considerar cumplida su labor, dimitió de su cargo antes de las primeras elecciones legislativas de la democracia. La ley, como le dijo a Suárez, no tenía padre y decidió marcharse sin hacer ruido. Falleció de un ataque al corazón en Londres el 19 de junio de 1980.

Pues bien, a día de hoy encuentro a faltar a un Torcuato Fernández Miranda. La problemática de la reforma constitucional reside en que deben convocarse elecciones para su aprobación definitiva y no hay partido que quiera enfrentarse a una pérdida electora.

Ciertamente la Constitución de 1978 no sirve para el 2014. Se tiene que amoldar a los nuevos tiempos. Con ello no quiero decir que se haya de reformar de arriba abajo, pero si en aquellos aspectos en los cuales se amoldaron para mantener la estabilidad después de una dictadura. Eso sí, no se puede hacer una reforma constitucional destrozando todo lo demás. Cataluña ha de estar cómoda y el resto de las autonomías también. También hay que tener en cuenta que no todas las comunidades autónomas son iguales por su historia. Quizás hay que centrarse -aunque no hay mucho margen de maniobra- en aspectos vinculados con la financiación, las competencias y la identidad.

No soy constitucionalista y sé poco de leyes. Ahora bien, seguro que existe una persona o un grupo de personas que pueden hacer lo mismo que don Torcuato -de la ley a la ley a través de la ley-. Quizás pueda establecerse una ley que permita cambiar la constitución sin pasar por la convocatoria de elecciones o, quién sabe, cualquier otro tipo de planteamiento jurídico admisible y admitido por todos.

Creo que alguno debe empezar a mirar lo que ocurrió hace más de cuarenta años y ver que, actualmente, tenemos un problema que podemos salvar sin dificultar lo que ya hay establecido desde la llegada de la democracia. Por eso, vuelvo a repetir, encuentro a faltar a mi admirado Torcuato Fernández Miranda.

César Alcalá

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