JORDI PURTÍ
El estudio, Adaptaciones al Cambio Climático en el Uso del Agua (ACCUA), prevé una reducción del caudal de la Tordera de entre un 10 y un 20 por ciento menos hasta el 2030 y podría llegar al 50 por ciento en el 2100. Es el resultado de un proyecto de tres años de duración, dirigido por Jaume Terrades, que ha sido financiado por la Obra Social de Catalunya Caixa y coordinado por el Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals (CREAF) y la participación del Grupo de Hidrología Subterránea de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), el Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentària (IRTA) y el European Topic Centre for Spatial Information and Analysis (ETC/SIA). De acuerdo con las conclusiones se establece que el río Tordera podría sufrir, durante este siglo, importantes cambios causados por el cambio climático.
El trabajo ha estudiado de forma global la cuenca Mediterránea, siendo la del río Tordera una de las más afectadas, a pesar de ser una de las más húmedas, por la pérdida de caudal en los años venideros, principalmente en su cabecera. Los motivos a los que alude el estudio serían principalmente por el aumento de la temperatura y la reducción de las precipitaciones durante estos años. Según ACCUA hasta el año 2025, las lluvias podrían disminuir en un 8,9%, mientras que la temperatura podría aumentar 0,5 grados. Entre el 2025 y el 2050, las previsiones aún son peores, ya que las lluvias podrían caer hasta llegar a un 12,9% y la temperatura incrementarse en 1,4 grados.
En el estudio se enumeran las vulnerabilidades posibles con la pérdida de caudal del Tordera, tales como un incremento en las necesidades de riego de los cultivos y un cambio de ciclo de vida en los mismos. También afectará a la población con mayor demanda de agua futura en todos los usos, debido al aumento de la población y a la actividad económica y un aumento potencial de mortalidad estival por las altas temperaturas.
En general los resultados apuntan hacia cambios graduales a corto plazo para los próximos 10 ó 15 años que se acelerarán a medio y largo plazo, a pesar de que pueden aparecer eventualmente episodios extremos, como por ejemplo oleadas de calor intenso o severa escasez de agua que pueden interferir en estos cambios.
Por este motivo, hay que priorizar las medidas de adaptación que propone el proyecto ACCUA, sobre todo, a medio y largo plazo, para una gestión forestal orientada hacia estructuras más sanas, más resistentes al fuego y con menos estrés hídrico. En este sentido indica que las especies más vulnerables que se deberían gestionar prioritariamente para garantizar su viabilidad son los castaños y hayas en los tramos medio y bajo y el roble y el castaño en los tramos bajos. Asimismo, se propone reducir densidades y potenciar estructuras con árboles grandes a través de la gestión, además de identificar especies sensibles y potenciar las más resistentes a las nuevas condiciones después de una perturbación. Finalmente es necesario recuperar y mantener el mosaico agroforestal.