Señoritos del barrio de Salamanca

by valles | abril 29, 2018 8:34 am

[1]El escándalo de la bipolar cleptómana Cristina Cifuentes me recuerda el caso del aceite de colza que a principios de los años 80 asoló los barrios más pobres del extrarradio de Madrid. La versión oficial fue que unos desalmados que habían envenenado a miles de madrileños. Paradójicamente, los presuntos culpables de las muertes y enfermedad crónica para miles de personas a los diez años estaban en la calle condenados por el severo código penal franquista. Adolfo Suárez era el  presidente del gobierno, pero la primera reforma del código está firmada por el rey, a iniciativa de Felipe González con mayoría absoluta.

La acusación de la sanidad pública y el ministerio fiscal montaron una ‘bandera falsa’ para desviar a los verdaderos culpables que fueron la farmacéutica  Bayer y el Ejército estadounidense que estaban investigado una arma química para contaminar los campos de sus enemigos. El experimento fue plantar tomates en la base de Torrejón de Ardoz y fumigarlos por un producto de la Bayer, que necesitó de la mano inocente de unos rateros gitanos que rompieron las rejas del latifundio de la base y durante una noche de recogida asolaron las tomateras.

El jefe de la base no dio parte del robo porque no quiso denunciar que el culpable, por omisión, era él.

Los gitanillos en los mercadillos de barrio vendieron los tomates y quienes lo compraron fueron las víctimas. Esos tomates no pasaron por los mercados municipales de la Comunidad sino por los de la calle en los barrios más humildes de la capital. Esto explica porque no todos miembros de una misma familia quedaran afectados, sino sólo los que comían los tomates.

Un doctor coronel del Ejército de Tierra descubrió el origen del robo pero el presidente de gobierno de la tierna democracia, en plena Transición, no quiso culpar a los dos principales aliados de la joven Democracia española: EEUU, y una multinacional de la República Federal Alemana, ambos países padrinos de la Constitución de 1978.

La ‘suerte’ que tuvo la policía fue encontrar un taller mecánico que desviaba aceite de colza para el consumo humano para endosar el muerto, pero no tenía sentido que si ese aceite de cocina era el agente culpable no afectara a todos los miembros de la familia. Al coronel del lo retiraron antes de la hora de jubilación con la orden del Ministerio de Defensa de chitón.

¿Por qué conozco  esta vieja historia secreta? Porque bebo en muchos abrevaderos, también de jubilados del CNI…

He recordado este suceso al ver el desastre del PP de la calle Genova que llevará a la Moncloa al apolíneo Rivera a ser el primer vallesano elegido presidente de Gobierno de España por culpa de la cleptómana y su Academia de secuaces.

Esta vez no son los gitanos los que han contaminado los barrios de Madrid, sino los señoritos que tienen sus despachos en el elegante barrio de Salamanca.

Roberto Giménez

Endnotes:
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