Roberto Giménez
Roberto Giménez

La estrategia de los políticos de izquierda y de derecha es la misma: conquistar el poder. Lo curioso es que ambos emplean las mismas tácticas para ello (el concepto clásico de estrategia es ganar la guerra y la táctica ganar una batalla). Se copian, porque el comportamiento humano es universal y atemporal.

El primero de los siete pecados comunes es sentimental, el orden no tiene que ver con la importancia. Las creencias no nacen de la reflexión, sino que brotan del corazón. Luego, en el mejor de los casos, la mente destila, razona y le busca argumentos para que encajen con los sentimientos y que el paquete regalo sea completo. Repito, en el mejor de los casos.

Ortega y Gasset calificaba hombre masa a las personas que opinan sin haber meditado lo que defienden. Algo muy frecuente en estos tiempos en el que Yo pienso, luego existo de Descartes, se ha convertido en un ‘Yo repito’ lo que me gusta… Existe mucho hombre masa, aquí y ahora.

El segundo es la dictadura de lo políticamente correcto. Es una autocensura que se usa para que la jauría del rival no te despedace con una dentellada. A nadie se le ocurre calificarse de racista, machista ni mucho menos violento, aunque crea que los africanos tendrían que vivir todos en África, que el lugar mejor para una mujer es estar en casa y cuidar de su prole, como hacían nuestras madres; y ya no hablo del violento… Ni siquiera quienes ingresan en el frenopático se autocalifican así, sino que dicen cosas como: He tenido un mal pronto por culpa del alcohol, por los nervios o ha sido un ataque de celos. De todo hay en la viña del violento.

La tercera viene dictada por la sociología política: la opinión mayoritaria siempre está cerca del centro. No es que sólo lo diga la sociología, sino que hace 2500 años el Aristóteles estableció que la virtud entre dos opiniones distintas está en el punto medio. Yo no creo que esté en el punto medio, porque eso equivale a que la razón está repartida en dos mitades iguales. Así que me permito rectificar al filósofo para decir que la virtud está más o menos cerca del punto medio, pues Hitler o Stalin no tenía tanta razón como Churchill, pónganse como quiera el griego.

El cuarto son los lugares comunes tanto en el discurso de derechas como izquierdas, y tiene un hilo umbilical con el anterior: ningún político discute que un Estado de Bienestar se basa en cuatro patas para que la mesa sea estable: un empleo que te permita llegar a fin de mes, una vivienda digna para la familia, una educación que te de las mismas oportunidades que a todo hijo de vecino, y una sanidad universal que no retroceda. El medio para conseguirlo difiere, pero los objetivos son los mismos. Al menos en la teoría. Liberales y socialdemócratas y hasta los extremos: ultras y antisistema. Por eso todos los políticos parece que digan lo mismo. Los distingues más por tus prejuicios que por lo que declaman.

El quinto es no reconocer el error porque eso supone dejar al descubierto el talón de Aquiles donde te dispararan la flecha como en la leyenda clásica. Y cuando el fallo salta a la vista y la evidencia no es reconocida, tanto el de izquierdas como el de derechas calificarán al rival de prepotente.

Hay una película de Pilar Miró, la último que rodó, Tu nombre envenena mis sueños en la que se quiso vengar de la derecha (PP) y la izquierda (los guerristas), por una falsa acusación de malversación de fondos públicos cuando era directora general de TVE. Y en una conversación se dice: en la guerra todos matan, unos en nombre de la humanidad y la libertad, y los otros en nombre de Dios y la Patria… Izquierdas y derechas pueden ser igual de salvajes. Lo han sido.

El sexto es exagerar la crítica de una mala gestión (ya no hablo de mentir que, obviamente, es mucho más grave). Según la trinchera donde estés lo silencias o, por el contrario, lo difundes por triplicado con toda la artillería que dispongas. No es que mientas adrede, pero repites lo que has oído porque quieres hacer daño al otro…

Por seguir con el ejemplo: en el caso Pilar Miró, el vicepresidente Alfonso Guerra dio la orden a sus tiralevitas de que le pasaran un sobre con documentación reservada y comprometida de la directora de TVE a Luis Ramallo, el portavoz del PP, que se puso las votas al recibir ese regalo envenenado.

El séptimo es de naturaleza moral: el egoísmo. La izquierda reprocha a la derecha ese pecado capital con una sensación de superioridad moral. La experiencia, sin embargo, enseña que cuando un izquierdista se acomoda adquiere los tics de la derecha. Es el viejo chiste del demagogo que exigía repartir la riqueza entre el pueblo, pero cuando el reparto llegó al nivel de las bicicletas paró la distribución porque tenía una…
¿Qué es una perspectiva pesimista de la vida? Tal vez lo sea, pero es realista.

Seguro que ustedes podrían continuar con el octavo, noveno y el décimo punto, pero lo he querido dejar en siete como si fueran los pecados capitales del catecismo.

 

Roberto Giménez